Page 311 - Azaña: Intelectual y estadista | eBook
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La primera de las dos Españas del mito queda sin duda identificada en esta afirmación de García Morente, que, a su vez, es una simple reelaboración del principio que inspira la confusión entre ilustrados y afrancesados y entre musulmanes y árabes, convirtiendo invariablemente al disidente en extranjero. El error en el que, sin embargo, se puede incurrir frente a esa España, y que es el error que Azaña trata de evitar subrayando el carácter liberal de la República, consiste en colocar bajo la bandera de la segunda España del mito cualquier crítica historiográfica o cualquier acción política que se dirija contra la primera. La cuestión de fondo a la que responde la voluntad de cancelar el mito de las dos Españas, manifestada por Azaña, tiene que ver en última instancia con la hipótesis del filósofo alemán Rein- hart Koselleck acerca del papel que desempeñan en la narración del pasado las “oposiciones asimétricas” y la necesidad de restablecer los equilibrios conceptuales para no convalidar inadvertidamente causas liberticidas. Ko- selleck pone el ejemplo de los griegos y los bárbaros, señalando que los griegos de la frontera eran más parecidos a los bárbaros que se encontraban al otro lado que a los griegos de Atenas. Sin embargo, este género de asime- tría señalada por Koselleck puede llegar más lejos, como de hecho llega en la narración del pasado peninsular, hasta colocar en una relación de contra- dicción términos que, por proceder de campos semánticos distintos, no pueden oponerse. Así, cuando los propagandistas de Isabel la Católica sos- tienen que los españoles deben expulsar a los judíos y a los moriscos, lo único que están diciendo en realidad es que solo los cristianos son españo- les, una afirmación que Fernando VII pondrá al día frente a los ilustrados y García Morente frente a la República. Para evitar estas asimetrías, y, sobre todo, para evitar sus dramáticas consecuencias políticas e ideológicas, la narración del pasado peninsular debería decir que los cristianos españoles expulsaron a los españoles judíos y a los españoles moriscos. Entre otras razones porque subrogar la condición de españoles en la de cristianos, así como negársela a los judíos y a los moriscos, confundiendo credos y oríge- nes, no solo establece una oposición asimétrica adicional entre las muchas de las que adolece la narración del pasado peninsular, sino que empuja la reflexión política e historiográfica hacia la pregunta nacionalista de qué es España.
La pregunta propia del pensamiento liberal no es nunca esa, sino la más modesta de cómo debe ser gobernada, y es la que estaban tratando de responder Azaña y los partidos republicanos cuando el golpe militar de los generales africanistas, así como la Guerra Civil y la revolución desen- cadenadas por la ruptura del orden constitucional de 1931 impidieron consolidar un Estado en cuyo interior pudieran resolverse los conflictos políticos entablados, no entre las dos Españas del mito, sino entre los distintos grupos de españoles de la única España que existe. Sin ese Esta- do, o, por mejor decir, haciendo de ese Estado la sustancia misma del conflicto, la pregunta liberal de cómo debe ser gobernada España se que- daba sin suelo sobre el que asentarse, transformándose inevitablemente
Manuel Azaña
La velada en Benicarló
Buenos Aires, Losada, 1939 Biblioteca Nacional de España. 12/813195
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