Page 57 - Nada temas, dice ella
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La pasión según Teresa de Ávila
Julia Kristeva
La figura de Santa Teresa constituye
el máximo exponente femenino de la mística católica, siempre menospre­ ciada o sospechosa a ojos de la Iglesia. Sus inciertos orígenes familiares, sus experiencias como fundadora de la Orden de las Carmelitas Descalzas, así como su ambigua relación con la Inquisición y las autoridades religiosas del siglo xvi han fascinado a pensa­ dores y estudiosos a lo largo de la historia. Guiada por una idealización amorosa de Dios Padre, a veces llevada hasta la pasión más violenta, Teresa de Ávila fue una mujer inteligente y sensible, fuera de su tiempo y siempre irónica. Ésa es la imagen que nos dan sus obras, puesto que la escritura re­ presentó para ella una vía de análisis y exploración de sí misma y de su unión con Dios.
Teresa de Ávila (1515­1582) vive y escribe sobre una experiencia extrava­ gante, llamada mística, en un momen­ to en el que, en España, el poder y la gloria de los conquistadores y del Siglo de Oro empiezan a decaer. Más aún, Erasmo y Lutero perturban las creen­ cias tradicionales; los nuevos católi­ cos, como los «alumbrados», atraen a los judíos y las mujeres; la Inquisición añade al Índice de libros prohibidos ciertas obras en lengua castellana, y se multiplican los procesos para probar la «limpieza de sangre». Hija de una
cristiana vieja y un converso, precisa­ mente, en su primera infancia Teresa es testigo del proceso abierto contra su familia paterna con el fin de probar que es verdaderamente cristiana y no judía. Su caso de monja que practica
la oración, es decir, la plegaria mental de fusión amorosa con Dios que la transportaría hasta el éxtasis, también estará en el punto de mira de la Inqui­ sición. Todo ello antes de que la Contrarreforma descubra la extraor­ dinaria complejidad de su experiencia, así como su utilidad para una Iglesia que intenta combinar el ascetismo (reivindicado por los protestantes) con la fuerza de lo sobrenatural (favorable para la creencia popular). Teresa de Cepeda y Ahumada será beatificada
en 1614 (32 años después de su muerte), canonizada en 1622 (40 años después de su muerte), y en 1970, en la prolon­ gación del Concilio Vaticano II, se con­ vertirá en la primera mujer Doctora de la Iglesia junto con Catalina de Siena.
La mística católica (con sus dos mo­ mentos álgidos: primero, en el siglo xii con la mística renana, y después, tras el Concilio de Trento y la Contrarre­ forma, especialmente con los españo­ les Teresa de Ávila y Juan de la Cruz, su amigo) se sitúa en una exclusión interna respecto al catolicismo: un margen que revela su naturaleza. De esta postura paradójica proceden no solo los escritos de Teresa, sino tam­ bién su obra como fundadora de las Carmelitas Descalzas. Incidiré en tres
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