Page 59 - Nada temas, dice ella
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solo a la humanidad doliente sino también la feminidad pasiva de ambos sexos, hasta unos límites de violencia insostenibles. La frase de Dostoievski: «Es demasiado idealista y, por consi­ guiente, cruel » (Humillados y ofendidos) puede leerse como un resumen de la perversión mística, y de la de Teresa.
No obstante, esta incitación al sufrimiento se suaviza en la satisfac­ ción oral: la eucaristía reconcilia al creyente con el Hijo­Padre torturado hasta la muerte y, más aún, añade al cuerpo de ese Hombre de dolor, en el que «yo» me convierto al tragarme, al otro los atributos de una buena madre nutricia. En la Edad Media, muchos melancólicos y anoréxicos acudían a las iglesias para comer solamente una clase de alimento: una laminilla del cuerpo ensangrentado y maltratado del Hombre Dios. Ello les permitía vivir durante muchos años en ese frenesí, a pesar del hambre y única­ mente por medio de la satisfacción oral exaltada por la unión simbólica. Porque, por el hecho de haber verba­ lizado la idealización­resexualización, el cristianismo también ha convertido la palabra en sí misma en el objeto último del deseo y el amor: «No es lo que entra en la boca lo que contamina al hombre, sino lo que sale de la boca, eso es lo que contamina al hombre» (Mateo 15:11 y Marcos 7:15). Como consecuencia de ello, la genialidad
en la visión está abolida porque se ve desplazada hacia el placer de renacer
a través de la oralidad, que será vigila­ da a fin de alcanzar una purificación absoluta; Holy anorexia (obra de Ru­ dolph M. Bell) es un resultado de todo esto. Aquí el renacimiento está garan­ tizado por partida doble: por medio de la identificación canibalística con el Hijo­Padre atormentado hasta la muerte, y por medio de la reconquista del tiempo bajo la forma de la eterni­ dad de la palabra. Entonces, la palabra se convierte en objeto principal del deseo, gracias a una narración abier­ ta a la búsqueda infinita de sentido, forzosamente subjetivo. Para Teresa, las experiencias preferidas para esta realización serán, necesariamente, la escritura (como elucidación de la ex­ periencia) y la fundación (acto político que renueva el espacio institucional
y la temporalidad carmelitana). Teresa emprende la reforma del
Carmelo Calzado para convertirlo en el Carmelo Descalzo tiempo después de haber empezado la escritura del Libro de la vida y no deja de escribir mientras funda 17 monasterios a lo lar­ go de 20 años. Al actuar de este modo, se muestra al mismo tiempo como «el más viril de los monjes» –«No soy una mujer, tengo un corazón duro», escri­ be– y como una defensora convencida de la especificidad femenina, afir­ mando, por ejemplo, que las mujeres son más aptas que los hombres para practicar la experiencia espiritual de la oración, enfrentarse a la jerarquía de la Iglesia o utilizar a la realeza para
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