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Teresa de Jesús, el nacionalcatolicismo y la renovación conciliar
Giuliana Di Febo
«El nacionalcatolicismo –híbrido de una interpretación tradicional y conservadora de nuestra historia patria y de nuestra misión histórica en el mundo, junto con una ecle siología de cristiandad dominante hasta el Vaticano II– ha sabido bus carse desde dentro –y no juzgamos aquí intenciones– el tipo de socie dad religiosa que mejor le iba.» Augusto Guerra1
1. El nacionalcatolicismo 2
Con el término «nacionalcatolicismo» se suele aludir a la compleja interac ción entre Estado e Iglesia, fundada en reconocimientos y legitimaciones recíprocas, que caracterizó al régimen franquista. Sus orígenes se relacionan con la importancia que tuvo el fac tor religioso durante la guerra civil desencadenada tras el golpe de estado militar del 18 de julio de 1936. Como respuesta a la violencia anticlerical que provocó –sobre todo durante
los primeros meses del conflicto– el asesinato de sacerdotes y religiosos, la destrucción de iglesias y objetos sagrados, el obispo de Salamanca, En rique Pla y Deniel, publicaba la pastoral Las dos ciudades (30 de septiembre de 1936),3 en la que volvía a proponer el término «cruzada» en su acepción ju rídicoreligiosa tradicional que tendía
a justificar la opción beligerante como defensa de la cristiandad y restableci miento del orden. El alzamiento militar se transformaba de esta forma en una guerra palingenética contra los «sin Dios» y la antiEspaña. En la pastoral se afirmaba, además, una idea de na ción católica de acuerdo con la España «martillo de herejes» preconizada por Menéndez Pelayo. La pastoral trasla daba el eje interpretativo de la guerra hacia una dimensión religiosa y tuvo entre sus primeras consecuencias la configuración en sentido confesional del «Nuevo Estado». Al mismo tiem po, la irrupción de la «cruzada» en el contexto bélico reactivó devociones
y cultos de antigua tradición popular –Santiago de Compostela, el Sagrado Corazón, la Virgen del Pilar, Teresa
de Jesús– actualizados en clave pa triótica e hispánica, en parte como reapropiación de un patrimonio de vocional amenazado, pero sobre todo en función de la exaltación del signo providencial de la guerra y del papel salvífico del general Franco (nom brado el 1 de octubre de 1936 Jefe del Gobierno y del Estado por la Junta de Defensa Nacional). En este contexto, la figura de Teresa de Jesús asume una importancia fundamental como sím bolo nacional. La mística carmelita, fundadora y reformadora de la Orden de los Carmelitas Descalzos, acabará encarnando una polivalencia de fun ciones y significados, que la transfor man en una santa caracterizada por
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