Page 85 - El retrato español en el Museo del Prado
P. 85

                Desde 1623 hasta su muerte en 1660, el punto de referencia principal de su acti- vidad fue el rey Felipe IV, a cuya sombra desarrolló una carrera administrativa que culminó con el nombramiento de apo- sentador mayor en 1652. Su estancia en la corte de Madrid estuvo interrumpida por dos viajes a Italia, en torno a 1630 y a 1650. El contacto con las riquísimas colecciones reales españolas y el conocimiento direc- to de lo que se estaba haciendo en Italia son dos de las fuentes principales de un estilo de extraordinaria personalidad, que significa una apuesta decidida por el co- lor como materia principal de la pintura, dando lugar a obras de gran originalidad narrativa. Desde el punto de vista de la historia de la pintura europea, Velázquez constituye un eslabón fundamental de
una larga cadena que tiene también como hitos principales a Tiziano y Rubens. Aunque la mayor parte de su producción fueron retratos del monarca Felipe IV y su entorno cortesano, también cultivó oca- sionalmente otros temas como la historia sagrada, la mitología o asuntos históricos coetáneos al artista. J. P.
RODRIGO DE VILLANDRANDO
Madrid?, h. 1588 – Madrid, 1622
Villandrando era hijo de un músico de cámara del rey, y muy pronto se debió
de vincular al taller de Juan Pantoja de
la Cruz. Son muy pocos los datos docu- mentales de este retratista del reinado
de Felipe III, y menores aún las obras que
83
puedan atribuírsele con seguridad. Suele ser citado como pintor del rey, y predece- sor en el cargo de Velázquez, explicándose en la fecha de la muerte de Villandrando el inicio de la carrera en la corte del gran pin- tor. Sin embargo, el cargo palatino que con toda seguridad alcanzó Villandrando fue el de ujier de cámara, un nombramiento que obtuvo en 1621, pocos meses antes de morir. No obstante, fue hombre bien situado, de buena posición económica y con clientes vinculados con la corte madrileña.
Los retratos de Rodrigo de Villandrando relacionados con la real casa no alcanzan la docena, y los únicos firmados que hasta la fecha conocemos son el de El príncipe Felipe, futuro Felipe IV, y el enano Miguel Soplillo, el de La princesa Isabel de Borbón y el delicado Retrato de la condesa de Añover, en la iglesia de Cuerva (Toledo). También se le han atribuido algunos de los ejemplares del real monasterio de la Encarnación (Madrid), pero la cercanía a las producciones de Pantoja y González hace muy difícil con- firmar tales atribuciones. Se ha visto en esas obras citadas una preocupación por la iluminación, así como una suavidad en la representación de los rostros que las apar- taría de la severidad del tradicional retrato cortesano. L. R. G.
























































































   83   84   85   86   87