Page 183 - Revista de Occidente o la modenidad española
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                                a la promoción de nuevos nombres: la generación del 27, casi enteramente desconocida cuando empieza a publi- car en la Revista, debe mucho al buen instinto de Vela.
Ese buen juicio con el que Vela administraba la revista es el mismo con el que administraba su propia vida, basada en la cautela, la atención a las cosas valiosas y, si se me permite la paradoja, la moderación a ultranza, y también puede percibirse sin esfuerzo en otro tipo de decisiones editoriales, que afectaban a las iniciativas paralelas a la publicación principal. Me refiero, claro, al propio sello que tenía la Revista de Occidente, donde Vela dirigió entre 1927 y 1929 la colección de narrativa Nova Novorum, la cual, muy al contrario de aquellos Cuadernos Literarios en donde Vela había publicado su ópera prima (o al menos el primer libro que qui-
so ver con su nombre), no tenía afán precisamente inclusivo ni miras estéticas amplias, sino que, desde su mismo título, difundía y defendía explícitamente textos dóciles a las convicciones orteguianas sobre la narrativa, aunque hay noticia verosímil de que al filó- sofo no le complugo plenamente ninguno de los seis títulos que comprendió la efímera colección (que tan bien analizó en su tesis doctoral Azucena López Cobo, o sobre la que con tanta perspectiva y perspicacia ha escrito Domingo Ródenas de Moya): ni la Víspera del gozo de Pedro Salinas, ni Paula y Paulita o la primera versión de El profesor inútil de Benjamín Jarnés, ni Pájaro pinto o Luna de copas de Antonio Espina, ni la obra teatral Tararí de Valentín Andrés Álvarez.
Aunque Vela compaginó sus tareas en la Revista de Occidente con su colaboración en otros medios y desde 1933 con la dirección de El Sol (diario del que, por influencia de Ortega, también había sido co- rresponsal en Asturias diez años atrás y del que fue
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