Page 81 - Anuario AC/E de cultura digital 2017
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explorar nuevas maneras de interactuar entre ellas y las personas que se aproximan a contemplarlas o experimentarlas. Es aquí donde radica la diferen- cia: vamos a poder sentir, compartir o aportar a una obra que esté influenciada por el IoT.
La puesta en marcha del proyecto «Bemoir» (http://bemoir.com/) es el producto de la revolución del Internet de las Cosas que está por venir. Su tecnología permite a cada pieza de arte «contar su propia historia». El artista puede crear una identidad digital única o avatar, subir sus trabajos y plasmar en cada artículo un elemento multimedia. La capacidad de asociar información adicional a los objetos permite a los artistas contar la historia detrás de cada obra y se esta- blece una asociación directa entre su trabajo y los visitantes.
Situación actual
Los dispositivos IoT conectados a Internet se tri- plicarán en 2020, aumentando de 10 000 millones a 34 000 millones. De esos dispositivos, 24 000 millones representarán dispositivos IoT, mientras que el resto serán dispositivos informáticos tradi- cionales (teléfonos inteligentes, tabletas, etc.). Si lo traducimos en potencial económico, casi seis billones de dólares se gastarán en soluciones IoT durante los próximos cinco años.
Esto es una evidencia: todo estará, o está ya
en muchos casos, conectado. Las personas con wearables, las casas, los coches, las ciudades, las fábricas..., nada va a escapar de la hiperconec- tividad. Es aparentemente sencillo convertir un objeto cotidiano en uno inteligente: tomemos, por ejemplo, un paraguas al cual incorporamos un chip de Intel Curie. Este chip permite conec- tarse a la wifi y procesar la información de los sensores que podemos incorporar. Ya lo tenemos conectado a Internet para conocer la predicción meteorológica en tiempo real y en el caso de que el pronóstico sea lluvia, cuando detecte movi- miento cerca de él encenderá una luz roja indi- cando al usuario que tiene que llevarlo consigo
si no quiere mojarse. Acabamos de convertir un paraguas en un smart umbrella.
Los dispositivos IoT conectados a Internet se triplicarán en 2020, aumentando de 10 000 millones a 34 000 millones. Si lo traducimos en potencial económico, casi seis billones
de dólares se gastarán en soluciones IoT durante los próximos cinco años.
Hasta aquí es aparentemente fácil, pero para considerar un objeto como parte del universo «Internet of Things» tienen que darse una serie de condicionantes:
• El dispositivo tiene que poseer sensores para recopilar información de su entorno: pueden ser un botón de presión, un girós- copo, un termómetro, un detector de gases o de proximidad, etc.
• Disponer de conectividad con la red: los da- tos recogidos tienen que enviarse a alguna plataforma digital para su procesamiento
y para ello puede servirse de cualquiera de las tecnologías de comunicación existentes: NFC, 4G, 5G, wifi, Bluetooth, etc.
• Toda esta información tiene que ser utili- zada para un propósito: puede llegar a la app de un móvil para que un usuario reciba una información que le sirva para tomar
una decisión o a un sistema de Machine Learning para incrementar o reducir la producción de una planta industrial, o enviar una alerta a la planta de un hospital en el caso de ser un sistema de monitorización de pacientes.
Resumiendo, el dispositivo debe tener sensores, comunicación y decisión sobre un proceso. Los sistemas actuales permiten que multitud de fabricantes se hayan lanzado a convertir objetos cotidianos en inteligentes: desde tenedores que miden las calorías que ingerimos o espejos que nos reflejan el tráfico y sugieren una ruta a primera hora mientras nos analizan nuestro estado de ánimo hasta coches inteligentes que nos permi-
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Cultura inteligente: Análisis de tendencias digitales
















































































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