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su capacidad de crear guiones, diálogos o tramas
enteras en cuestión de segundos. El temor de
ser sustituidos por una máquina desencadenó
un acuerdo donde se limitaba el uso de la inte-
ligencia artificial en el proceso de escritura en
la industria audiovisual. Acuerdo con muchas
lagunas legales y que despierta un temor que se
extiende a otros sectores del entretenimiento.
El impacto que esta tecnología está teniendo en
las industrias culturales no ha pasado desaperci-
bido para los Gobiernos. En España, el Ministerio
de Cultura intenta tramitar un decreto conocido
como Ley Urtasun donde se sugieren una serie
de medidas para que las obras hechas con IA
lleven una etiqueta de cómo han sido creadas.
Además, se exige a las empresas tecnológicas
una serie de compensaciones a los creadores
con los que se hayan entrenado los algoritmos.
Buenas intenciones difíciles de llevar a la prác-
tica, como han declarado diferentes colectivos,
ya que el uso de obras sin permiso previo vulnera
la Ley de Propiedad Intelectual. Paradójica-
mente, asociaciones como la SGAE han apoyado
este proyecto. Una postura que ha enfrentado a
creadores con instituciones.
El enfoque español contrasta con el de otros
países como el Reino Unido, que ha propuesto
una excepción de derechos de autor para que
las empresas de IA entrenen sus algoritmos con
cualquier contenido en línea y sin necesidad de
autorización. Una medida pensada para impulsar
la innovación, pero una puerta abierta al expolio
sin autorización de la obra de los creadores.
Este debate, que se mueve en un espacio muy
ambiguo y abierto del que aún tardaremos en
ver soluciones concretas, ha dado pie también
a documentos9 como el Manifiesto de la cultura
contra la IA, firmado por más de doscientos artis-
tas, escritores, músicos y cineastas, entre otros
profesionales. El manifiesto insiste en resaltar los
9 https://porypara.es/wp-content/
uploads/2024/09/20241002_ManfiestoIACULT_
LenIncl_DEFSent.pdf
riesgos de la IA en cuanto a sesgos culturales y
sociales, que amplía las desigualdades y se olvida
de la diversidad en la creación cultural. Algo
muy parecido a lo que destaca el estudio de la
Confederación Internacional de Sociedades de
Autores y Compositores (Cisac), que revela que
más del 70 % de los creadores considera que sus
derechos se han vulnerado para entrenar mode-
los de IA.
Un ámbito finito, inabarcable por un ser humano,
pero que los entrenamientos de IA no paran de
rastrear, recopilar y usar en su propio beneficio.
El volumen de datos globales almacenados en
internet superó en 2024 los 147 zettabytes de
capacidad, lo que equivale ni más ni menos que a
unos quinientos millones de Bibliotecas Naciona-
les de España. Una cantidad de información que
convierte internet en un salvaje Oeste digital
en el que muchas veces se desconoce cómo
se usan estos datos u obras y qué hacen los
algoritmos con todo eso. Ciertamente existe un
desequilibrio desmesurado entre los creadores y
las empresas tecnológicas dueñas de los modelos
de lenguaje que dan lugar a la IA generativa. La
situación se agrava más al potenciarse estereo-
tipos de género, raza o clase social, que se van
amplificando a medida que los sistemas generati-
vos se retroalimentan.
El estudio de la Confederación Internacional
de Sociedades de Autores y Compositores
(Cisac) revela que más del 70 % de los
creadores considera que sus derechos se han
vulnerado para entrenar modelos de IA.
Un sesgo que puede evidenciarse, por ejemplo,
en la música y el cine, donde a veces se reprodu-
cen patrones que dejan fuera a minorías y grupos
marginados. Según documentos filtrados10
,
empresas como Nvidia procesan diariamente
cantidades masivas de datos equivalentes a
la producción de vídeos del ciclo de una vida
humana, que no se detienen a comprender la
10 https://www.404media.co/nvidia-ai-scra-
ping-foundational-model-cosmos-project/
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