Page 31 - Barbieri. Música, fuego y diamantes
P. 31

FRANCISCO ASENJO BARBIERI. PENSANDO EN ESPAÑA
35
El gobierno revolucionario acudirá en ayuda del Teatro Real maltrecho en sus fi- nanzas, desde el primer año de la Revolución. Pero más importante aún es contem- plar las numerosas personalidades de la política y de las artes preocupados por temas musicales como el operístico o el sinfónico, entre ellos escritores como Pedro An- tonio de Alarcón, Benito Pérez Galdós, Gustavo Adolfo Bécquer, Antonio Arnao, López de Ayala, Juan Valera, etc., o políticos como el citado Castelar, Estanislao Fi- gueras, Eduardo Chao, etc. Otro cambio fundamental fue que por fin los periódicos sobre todo las más adeptos a la República asumieron un compromiso a favor de los nuevos movimientos de la ópera española haciendo visible la música como un gran bien cultural: La Nación, El Imparcial, La Época, El Globo, La Corresponden- cia de España, La Discusión, El Universal, por no citar las revistas generalistas como La Ilustración de Madrid, La Ilustración Española e Hispanoamericana, Revista de España. En ellos escribieron los primeros grandes críticos musicales sur- gidos en España, Julio Nombela, F. M. Montemar, Manuel Cañete, Eduardo Velaz de Medrano, Antonio Peña y Goñi, Luis Carmena y Millán.
Barbieri confesó: «Soy y he sido siempre esclavo de la amistad», y ciertamente le sucedió desde niño, porque el primer círculo está unido a amigos de la niñez que lle- garon a figuras del siglo xix. El primero fue el abogado, político y finalmente mi- nistro Cándido Nocedal. Su amistad con el político, a quien se refiere como «mi condiscípulo», se detecta en las numerosas cartas entre ambos, profundamente ca- riñosas, haciendo siempre alusión a la niñez. Nocedal defiende a Barbieri en algún pleito y conservará como un privilegio la amistad del músico. Igualmente afectuosa es su amistad con un importante miembro de la iglesia, el obispo de Cuenca y pos- teriormente de Córdoba, Sebastián Herrero, que se define como «coplero y abogado novel». Barbieri había mostrado su respeto a la iglesia con cuatro obras, el motete Versa est in luctum, 1867, el responsorio Libera me Domine, 1873, el motete ¡O Sanctíssima!, 1877 y la Salve Valenciana, 1880. Es el amigo que en cumplimiento de su función siempre le recuerda a Dios y la transitoriedad del tiempo. De otra ín- dole es el adinerado Nicolás Gómez González, descrito como hombre de gran fortuna.
Del periodo inmediatamente posterior, la época del conservatorio, procede el se- gundo núcleo, que conforma lo que podríamos denominar su círculo musical; desde su querido profesor Ramón Carnicer, con el que mantiene unas relaciones filiales, a su colega más apreciado, Joaquín Gaztambide. Peña y Goñi hacía un significativo re- trato de todo el grupo en el que aparecían los grandes amigos músicos del maestro, casi todos implicados en la creación de la nueva zarzuela, y lo hacía partiendo de los partidos políticos del momento español para definirlos estéticamente. Al llegar a Bar- bieri le definía así: «Y Barbieri, dirán los lectores, ¿a que partido pertenece? Eso pre- gunto yo: ¿a qué partido pertenece Barbieri? ¿Es conservador, radical, republicano? Ni lo uno ni lo otro. Barbieri no pertenece más que a un partido: a la zarzuela. Bar- bieri es pura y simplemente zarzuelero»26.
La amistad con Gaztambide constituyó un lazo profundo que le produjo múlti- ples sinsabores. Barbieri estimaba al navarro como el mejor músico del grupo, y con él llevó a cabo la reforma de la zarzuela. Fue padrino de uno de sus hijos, Paquito, y
26
Antonio Peña y Goñi: «Bocetos mu- sicales. Barbieri», El Imparcial, 20-4-1874.



























































































   29   30   31   32   33