Page 94 - Barbieri. Música, fuego y diamantes
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BARBIERI. MÚSICA, FUEGO Y DIAMANTES
 La nueva musa. Boceto de Ponzano para una estatua de la Zarzuela, 1877. BNE [cat. 119].
de Barbieri. Más allá de las lecciones un tanto rigoristas de su profesor, Barbieri aprovecha su profundo conocimiento de la obra de Lope para dar otro enfoque a su reflexión: el estrecho vínculo entre la literatura y la música será el punto de partida de muchos argumentarios.
Su talento como escritor es celebrado por los libretistas mismos. El propio Luis Mariano de Larra, hijo de una de las plumas famosas de la crítica teatral del siglo xix, le dirige en 1874 estas líneas, en plena gestación de El barberillo de Lavapiés: «Pídote consejo, no solo como cómplice, sino como literato, pues ya que tú, contra la masa general de los músicos, eres escritor y bueno, y hombre instruido y lees y escribes el castellano...». Este reconocimiento es debido a una posición afirmada muy temprano, cuando la zarzuela aún necesitaba ser defendida como género lírico capaz de competir con el repertorio extranjero. En sus memorias –notemos la se- mejanza con Berlioz– Barbieri recuerda que cuando se formó la Sociedad del Circo en 1851, uno de los puntos acordados era «comprometer a los poetas mejores para que escribieran libretos.
Además de fijar su atención en la calidad del texto como condición sine que non para que cada estreno sea un éxito, Barbieri elabora un discurso acerca de la zarzuela partiendo precisamente de su dimensión literaria. Como ardoroso defensor del género, Barbieri se ve en varias ocasiones de su vida obligado a justificar sus convicciones. Sus escritos desvelan sus ideales y sus expectativas en cuanto al libreto de zarzuela, cualificada como «un espectáculo de muy difícil composición», para el cual «es ne- cesario que el músico y el poeta identifiquen sus ideas para producir una obra de este género que tenga la posible perfectibilidad»2.
También le toca enfrentarse a varios prejuicios, algunos disparados desde su propio campo. En 1864, contesta públicamente a Rafael Hernando quien, aun siendo com- positor de obras como El duende o Colegialas y soldados que marcaron la historia de la zarzuela restaurada, militaba por una ópera española. Para Hernando, el carácter cómico de la zarzuela impide el desarrollo de un género lírico de gran envergadura. Al contrario, Barbieri demuestra magistralmente cuánta fuerza y variedad se desprenden de las obras de teatro herederas directas de las comedias de Lope, Calderón y Moreto:
Pues bien; el compositor que haya de poner en música un asunto cómico, o no cumplirá con sus deberes o tendrá que hacer suyas las ideas del poeta, dándoles musicalmente todo el relieve susceptible para lo cual tiene que empezar por ser filósofo y gran observador de la humanidad, y solo así sabrá hacer cantar a cada personaje con la verdad y el sentimiento que le sean propios, para todo lo cual se necesitan en el compositor las dos condiciones indispensables a toda obra buena del ingenio humano, que son inspiración y talento3.
Según Barbieri, para componer una zarzuela no basta con ser músico, es nece- sario ser artista, porque lo exige la presencia del texto y su puesta en escena. Sigue defendiendo esta opinión en 1878, en un artículo publicado en El Imparcial y dirigido a Ruperto Chapí:
2
La Zarzuela, Año I, 4-2-1856, n. 1 p. 2-3 y n. 2 p. 9-11.
3
Contestación al maestro Hernando por Francisco Asenjo Barbieri, Madrid, Ducazcal, 1864, p. 17.






















































































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