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Como periodista que era, sabía hacer preguntas. Aprendí a interpretar el lenguaje corporal, a escuchar el tono de voz para averiguar si mi interlocutor hablaba con entusiasmo o apatía, sabía cómo documentar una historia. Al principio, recopilaba testimonios orales to- mando un sinfín de notas, y luego pasé a apuntar solo las cuestiones que precisaban de aclaración. Sin embargo, mi método favorito es grabar los testimonios en vídeo.
Enseguida, los narradores se dan cuenta de que el vídeo los inmortaliza; incluso antes de presentar sus historias al público, saber que quedan grabadas en ví- deo los tranquiliza. Se dan cuenta también de que pu- blicar sus experiencias en los medios de comunicación les brinda exposición y validación.
En 2003, recibí una beca de la Council on the Arts and Humanities Agency de Guam para recopilar los testimonios históricos orales de los supervivientes de la Segunda Guerra Mundial que fueron obligados por los japoneses a marchar por el valle del Manenggon en Yo’ña.
Leoncio «Leo» Ignacio Castro (1929-2005), supervi- viente de la Segunda Guerra Mundial, se sorprendió al enterarse de que sus recuerdos de la época resultaban de interés para el proyecto. Se consideraba un don na- die y se sentía muy agradecido porque otro supervi- viente de la guerra me hubiese dado su contacto. «Para mí sí es historia que me vayan a grabar en vídeo. ¡Ay, Dios!», decía entre risas. Leo fue el duodécimo super- viviente de Manenggon que entrevisté para la recopi- lación, el 6 de noviembre de 2003, en su residencia en
Figura 83: Leoncio Ignacio Castro, 06/01/2003. Fotografía: Rlene Santos Steffy.
Yigo. Falleció dos años después, el 17 de octubre de 2005. Leo no creía que su testimonio tuviera mucho va- lor, pero accedió a hacer la entrevista y me dio las gra- cias después por inmortalizarlo. Sabía que la grabación en vídeo aseguraría que su historia fuera publicada, de ese modo otras personas conocerían su experiencia durante la guerra.
Independientemente de lo dura o delicada que haya sido la experiencia de cada uno de los narrado- res, comprenden que su historia debe hacerse pública, con la esperanza de que los demás entiendan cómo fue sobrevivir a la guerra en Guam. Al finalizar, todas las personas entrevistadas sentían alivio. Se sorpren- dían al darse cuenta de que contar su historia les brin- daba tranquilidad y fuerza para seguir compartiéndola. Muchos exclamaban que no sabían por qué se habían guardado los detalles durante tantos años y esperaban que su historia sirviera de ayuda a alguien. Por fin po- dían librarse de recuerdos dolorosos y angustiosos que se habían guardado para sí, o solo para unos pocos, durante cuarenta, cincuenta e incluso sesenta años. También les sorprendía que, incluso tantos años des- pués, sus recuerdos permaneciesen en sus memorias con tanta nitidez como si hubiesen ocurrido ayer, y se sobrecogían al revivir todas las sensaciones reprimidas que ahora afloraban al contar su historia.
Lo que he aprendido de las experiencias de los su- pervivientes me ha cambiado. Cada entrevista me deja con ganas de escuchar la siguiente, como si estuviese leyendo uno de esos libros que no puedes dejar ni un segundo. Sus relatos proporcionan esos detalles que no vienen en los documentos donde suelen plasmarse los acontecimientos históricos.
La Segunda Guerra Mundial se libró también en el Pacífico, y las operaciones militares de los japoneses y los estadounidenses en Guam formaron parte del Frente del Pacífico. Sabemos que los japoneses obli- garon a los supervivientes de Guam a vivir en campos de concentración, y que los habitantes de Guam y Sa’i- pan fueron víctimas de incontables penurias, hambre y masacres. Muchos bebés murieron de desnutrición o a manos de desconsiderados soldados japoneses y sus bayonetas, al igual que otros muchos inocentes, caídos como víctimas de guerra o de las circunstancias.
Yo no me dedicaba a la cinematografía cuando em- pecé a producir documentales sobre los sitios histó- ricos de Guam, utilizando los testimonios orales de los supervivientes de la Segunda Guerra Mundial para desarrollar un hilo argumental sobre estas perspecti- vas históricas. Soy historiadora oral, pero descubrí que
3 TULU. LAS MARIANAS HOY: PATRIMONIO E IDENTIDAD
 






















































































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