Page 19 - El Capitán Trueno. Tras los pasos del héroe
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IN MEDIA RES
La historia (en todos los sentidos que la palabra acoge) empieza frente a las murallas de San Juan de Acre a comienzos del siglo XII y en el marco de la Tercera Cruzada. No «en un lugar de La Mancha», sino: «En un campamento de los cruzados frente al último bastión árabe en Palestina...». Si se pretendiera aquí rigor historiográfico (no es así), podría aventurarse que el momento es algún día a comienzos del verano de 1191.
Y el primer personaje importante requerido por el guion de Víctor Mora y dibujado con el trazo enérgico de Ambrós es Ricardo I, más conocido como Corazón de León. La elección quizá tenga estatuto de manifies- to, o de declaración de intenciones, y es conveniente glosarla, aunque sea de forma concisa. Ya desde la Edad Media, pero so- bre todo a partir y a través de la narración
Primer número de El Capitán Trueno, «A sangre y fuego», 1956
RASTROS, HUELLAS, MARCAS... 17
Cabría, es cierto, formular la pregunta de si el Capitán Trueno es o no es un héroe. Y, en su caso, si lo es en sentido estricto o en el sentido ampliado y figurado que recogen los actuales diccionarios y que se constata en el uso habitual del idioma (sea cual sea el idioma). Déjese en esta línea la pregunta planteada. Y confiemos al desarrollo de estas páginas un intento de respuesta. Tan solo se apunta una constatación de índole sociológica e histórica: en una época postheroica, y en el paisaje políticamente carcelario y culturalmente (semi)desértico de la España de finales de los cincuenta y casi toda la década de los sesenta del siglo pasado, el personaje cargó con las frustraciones y los anhelos de varias generaciones. Una carga que tal vez solo un héroe pueda soportar.
Por otra parte, la palabra «héroe» ya es, si bien se piensa, excesiva o hiperbólica. Y, sin embargo, en el momento en el que el Capitán Trueno entra en escena ya habían nacido, al otro lado del Atlántico, los «superhéroes»: un grado más en la escala del valor que, hasta entonces, no había sido considerada ni por la historia ni por la leyenda. Esos super- héroes vuelven hoy, desde hace unos años y con tendencia a insistir, revestidos, como los viejos dioses en Max Weber, de toda su gloria y majestad; por obra y gracia del cine y del videojuego. Los héroes no vuelven, no pueden volver: nunca se han ido. Pueden resistir emboscados, ocultos, en periodos más o menos largos de discreta ocultación o (en) reserva. Pero nunca se van.
Y tal vez la «humildad» del viejo héroe, una y otra vez renovado, tenga algo que decir en la edad, la nuestra, del retorno del superhéroe.
 


























































































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