Page 30 - El Capitán Trueno. Tras los pasos del héroe
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Por ello hay que destacar la decisiva influencia –tanto en los creadores como en los lec- tores, pero también en la creciente industria editorial– del cómic, que, desde principios de siglo, pero sobre todo a partir de los años treinta, se había asentado, en buena parte del
Dibujo de portada de Paco Nájera para «Zagorff el belicoso», 2003
mundo, como cauce y caudal de relato. Comenzando en al- gunos casos en tiras diarias o en las páginas dominicales de importantes periódicos (don- de sigue domiciliado un siglo después), paulatinamente el cómic se instaló y consolidó como publicación autónoma. En esas fechas ya operaban en Estados Unidos, que se convertirá en verdadera po- tencia exportadora hasta hoy, los sindicatos de distribución, de alcance mundial, como los denominados Big Four:
el United Features Syndicate (desde 1909), el Bell Syndicate (desde 1913), el King Features Syndicate (desde 1915), el Chicago Tribune-New York (Daily) News Syndicate (desde 1933); y se crearon lo que a la postre serían verdaderos imperios editoriales, cuya influencia y efectos también se prolongan hasta el presente: Detective Comics Inc. (DC Comics) en 1937 o Marvel Worldwide Inc. (inicialmente Timely Productions) en 1939. Más conocidos por la nómina de superhéroes que poblaron sus cabeceras, también exploraron, sin embargo, los ámbitos del wes- tern, el humor, el terror, el romance o la hazaña bélica (el momento, obviamente, era propicio para esta última). Junto a esas compañías, y al margen de ellas, algunos creadores (guionistas y dibujantes) de enorme genio cimentaron la expansión mundial del cómic. Y una expansión basada en la calidad y no solo en los fulgurantes efectos. Es el caso, por citar tan solo a tres sobresalientes autores, del canadiense Harold Foster («traductor» de Tarzán al idioma del cómic) con su imprescindible Prince Valiant in the Days of King Arthur (El Príncipe Valiente en los días del Rey Arturo), a partir de 1937 (en España a partir de 1950); el americano Milton Caniff con su serie Terry and the Pirates (Terry y los piratas), desde 1934 (en español ya en 1935) o el belga Georges Prosper Remi, más conocido como Hergé, con su trabajo Las aventuras de Tintín, a partir de 1929 (en español, casi clandestinamente en 1952 y, sobre todo, desde 1958).
Esos precedentes internacionales (a)sentaron en España la posibilidad, acaso la necesidad o al menos la oportunidad, de una industria propia. E influyeron de forma decisiva en los autores, que además encontraron medios de publicación y difusión7.
7 Medios, tal vez. Sobre las condiciones laborales, lamentables, en las que trabajaron no vamos a extendernos. Tan solo es preciso indicar que los contratos, o cláusulas de expropiación, que vinculaban al autor con la obra y la editorial han impedido en algunos casos, o en muchos, la supervivencia de los originales y han permitido, por el contrario, cualquier suerte o desgracia de manipulación, alteración, supresión e incluso destrucción. Para la historia