Page 43 - El Capitán Trueno. Tras los pasos del héroe
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RASTROS, HUELLAS, MARCAS... 41
confiada a la pericia de extraordinarios dibujantes a lo largo de todas las épocas. No es difícil apreciar, por ejemplo, el efecto que produce la enérgica composición de Ambrós o la atracción clásica de Jesús Blasco, la meticulosa exuberancia de Fuentes Man, los momentos de intensidad dramática logrados por el lápiz de Ángel Pardo, la pericia de Paco Nájera en la composición, la tensión épica conseguida por Ricard Ferrándiz o la deconstrucción del trazo correlativa al peralte del color en Luis Bermejo y en John M. Burns: con distinto enfoque, pero con gran eficacia en ambos casos. No es posible ignorar la grandeza épica que muestran los personajes en las extraordinarias portadas de Antonio Bernal: que des- tacan, además, por una enorme sensibilidad literaria.
Lo que ahora se impone, entreverado sin duda y sin remedio con el elemento pictórico o iconográfico, lo que se muestra, es, precisamente, lo que se narra. Al menos –procedamos con cautela– alguna de las convenciones o estrategias de narración y narratividad.
DE/CONSTRUCCIÓN (NARRATIVA)
El héroe, artefacto fónico y gráfico (o gramático), como se ha indicado, es personaje in-quieto. Su in-quietud, su in-firmitas, puede y suele exponerse (es habitual, aunque no estrictamen- te necesario, u obligatorio)
como búsqueda. Tal con-
vención, más que milenaria y posiblemente inderogable, tiene valor de testimonio, incluso de protesta u obje- ción: la aventura del héroe manifiesta la imperfección del mundo, su incompletitud o inacabamiento, la falta o la falla de la existencia.
Poco importa, o poco im-
porta aquí, que la falta o la
falla (que a la postre se reve-
larán catastróficas, letales) se
hayan producido desde el principio y por principio, que sean estructurales, y que, por ello, el mundo y la existencia estén dañados, fracturados sin aparente remedio, o sin heroico esfuerzo de reparación; o que, por el contrario (si es que de un estricto contrario se tratase), la falta sea motivada por una irrupción antagonista, dia-bálica y dia-bólica; o, finalmente, por un despiste, un accidente o una pequeña maldad humanas (siempre demasiado humanas, por cuanto definen, precisamente, al humano que orgullosa y/o dolorosamente somos). No necesariamente por un delito, sino por un tropiezo, por un traspié: al fin y al cabo, eso es lo que significa la palabra pecado.
La falta, la avería, se puede manifestar de muchas formas. Pero suele precipitarse tomando la apariencia de destino o de decreto (del dios o de los dioses). Y el héroe es
«Zagorff el belicoso», 2003