Page 51 - El Capitán Trueno. Tras los pasos del héroe
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RASTROS, HUELLAS, MARCAS... 49
faraónico, con la Atlántida o con un resto o residuo africano de la Roma (post)Imperial), se puede concluir que el caudal de descubrimientos que discurre incesante por el generoso, o torrencial, cauce del cómic es de verdad imponente.
Todos esos elementos, importantes sin duda, pertenecen todavía al «inventario». Aun- que se desborden en el relato. O, si se quiere, pertenecen al sistema que forman los personajes: tanto la discutida magia como la eficaz y problemática técnica son de orden instrumental, son prolongaciones, mecánicas o maquínicas, de los propios personajes, aunque en ocasiones se vuelvan contra ellos y precisamente porque la revuelta es siempre una posibilidad13.
Lo importante, aquí y ahora, son los núcleos que disponen el relato: su dinámica. Y, sospecho, también en este ámbito hay muchas primeras veces: muchas primeras lecturas insinuadas por el guion y apuntaladas por el dibujo (narradas y mostradas). Quizá no, o quizá sí, la Biblia, que era texto autorizado y, sobre el papel (nunca mejor dicho), bien difundido en aquella época. Pero... las mitologías griega, egipcia o escandinava (tanto Eddas como sagas), la Epopeya de Gilgamesh, la moderna literatura de Verne, o el pathos romántico de Dumas, o de Scott, pero también de Kipling o de Doyle, de Poe, Grimm o Schiller, de London o de Stevenson, de Shakespeare, de Swift o de Carroll, de Melville, de Cervantes o Rabelais, de Conrad, de Salgari..., o la tragedia griega, o Platón, Las mil y una noches, El cantar de los nibelungos, Beowulf o el Libro de las maravillas de Marco Polo; también, y no de escasa importancia, la poco transitada hoy crónica de los des- cubrimientos, desde los diarios de Cristóbal Colón, cuya transmisión es atribuida a Fray Bartolomé de las Casas con el título Libro de la primera navegación y descubrimiento de las Indias, hasta los relatos de Gonzalo Fernández de Oviedo, Bernal Díaz del Castillo o Francisco López de Gómara14. Una imponente secuencia (y hay más) de hallazgos, estrenos e inauguraciones. Quizá muchos lectores, en su momento párvulos, comprobaran, con tiempo y el hábito (de la lectura) que ya habían visitado, siquiera por un instante, algunos meandros del gran río de la literatura.
13 Algunos de los episodios, y alguno de los más memorables, tanto desde el punto de vista del dibujo como desde la perspectiva de la narración, están orientados a denunciar una especie de dialéctica de la técnica (de escaso arraigo medieval y muy consonante, sin embargo, con determinadas y determinantes obsesiones de los años sesenta del pasado siglo: por motivos bastante comprensibles entre los que se cuenta el imborrable recuerdo de las dos bom- bas atómicas arrojadas sobre Japón). Que la técnica desbocada ocasione incluso más desmanes que la magia, que pueda ser un instrumento devastador, o una condición de posibilidad de la explotación, la extorsión y la tiranía cuando cae en manos equivocadas o cuando una contingencia imprevista la emancipa del control humano, es una preocupación que se tramita en varios episodios. Intensificada por otra preocupación solidaria: que avisa de que las buenas intenciones no son suficientes, de que el estímulo del buen propósito puede conllevar el terror o precipitar (a) la catástrofe. Una formulación de la paradoja de las consecuencias imprevistas. O de las consecuencias de las consecuencias. Puede decirse, de nuevo, que el anacronismo resulta eficaz: tanto para lectores apasionados como, por otros motivos, para lectores más suspicaces; o más analíticos. Que, claro está, pueden ser los mismos, simultánea o sucesivamente.
14 Se citan las fuentes en (in)conveniente desorden: es una manera de ordenarlas casi como otra cualquiera. La opción responde a que la incorporación de la gran literatura al cómic, al Capitán Trueno, es igualmente desordenada (no podía ser de otro modo). Quizá el imprevisible movimiento entre espacios, tiempos y tradiciones literarias sea parte de su eficacia narrativa.