Page 122 - El poder del pasado. 150 años de arqueología en España
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sea tan popular en una sociedad moderna, como lo evi- dencia la concesión en 1997 del Premio Príncipe de As- turias al equipo de Atapuerca y el creciente éxito de grandes exposiciones de arqueología, como ocurre en los países de nuestro entorno. El Origen del Hombre, Celtas y Vettones, Los Iberos, Hispania como legado de Roma o Al-Andalus, evidencian la creciente proyec- ción internacional de nuestra arqueología en la socie- dad de bienestar, junto a las de Alejandro, Pompeya, etc., que indican el creciente interés por otros ámbitos culturales. Esta popularidad, seguramente, proseguirá en el futuro, pues no es una moda pasajera, ni lo será en los años venideros, aunque es evidente que unos cam- pos tienen un futuro más dinámico que otros. En con- secuencia, cabe plantearse que la arqueología seguirá activa en el siglo XXI.
Para comprender el desarrollo en España de la ar- queología actual y en el futuro es esencial valorar su profunda vinculación con la sociedad en la que está in- mersa. En este sentido, cada día son un lastre más pe- sado las viejas actitudes clientelares y caciquiles, que se han adaptado a la nueva realidad social y a las estructu- ras políticas «democráticas», pero que resultan invia- bles para la investigación científica actual, pues priman al «amigo» o «cliente» frente al más capacitado, lo que supone una utilización perniciosa de los medios públi- cos, —lo que se denomina «corrupción»—, y, lo que a la larga resulta aún peor, posterga a los más capacitados e impide avanzar en los conocimientos y actuar mejor en el Patrimonio Arqueológico. Basta analizar el acceso a la Universidad, al CSIC o a los museos y servicios ar- queológicos autonómicos y locales. Pero, a pesar de es- tas rémoras, los avances son evidentes en calidad y cantidad, que refuerzan el « optimismo histórico » de todo arqueólogo.
En 1975 se produjo un profundo cambio en la His- toria de España, que ha afectado al desarrollo de nues- tra arqueología. La Constitución de 1978 consagró el Estado de las Autonomías, con una descentralización de la Cultura. La arqueología pasó a depender de 17 Co- munidades Autónomas con 17 legislaciones diferentes, intereses dispares y escasa coordinación. La Ley del Pa- trimonio de 1985 fue burocrática y estatalizadora, sin la necesaria flexibilidad para gestionar el Patrimonio Ar- queológico en la sociedad actual, con la sustitución de profesionales independientes por cargos de confianza del poder político, en ocasiones con marcado signo clientelar o nacionalista, que nada tienen que ver con el espíritu científico y cultural. De ahí deriva la ineficiente desvinculación de museos arqueológicos y excavacio- nes, su burocratización y la postergación de los profe- sionales de museos y universidades por una «arqueolo- gía de gestión» desarrollada por equipos menos cualificados, así como la escasa planificación de las ex- cavaciones, que muchas veces responden a criterios
más clientelares que científicos. En una palabra, predo- mina la «burocracia» en sentido etimológico sobre la eficacia, que ha desaprovechado una oportunidad his- tórica en los años de desarrollo económico y cultural.
Sin embargo, la situación actual no puede consi- derarse negativa, sino que ofrece claro-oscuros. Se echa en falta una profunda reforma del Museo Arqueo- lógico Nacional, como institución señera de la arqueo- lógica de España, para que impulse excavaciones y pro- yectos científicos de altura, pero centros como el Museo Arqueológico Provincial de Alicante, el Museo de Albacete o el Museo Nacional de Arte Romano de Mérida, por citar tres ejemplos, han desarrollado una importante labor, aunque faltan medios, capacidad in- vestigadora e independencia profesional.
Perspectivas de futuro
Los espectaculares avances logrados por la arqueología han cambiado nuestra visión del hombre al compren- der mejor su origen y su esfuerzo continuo por mejorar su calidad de vida, que le ha llevado a controlar la Natu- raleza, colonizar toda la tierra y organizarse en socie- dades complejas. Sin embargo, aunque la arqueología es una ciencia empírica, basada en los datos que pro- porcionan los hallazgos y excavaciones, se ve afectada por las ideologías. Pero la arqueología no debe ser cam- po de disputas teóricas, sino de análisis y estudio de las sociedades humanas del pasado.
Al plantearse cómo será la arqueología futura se pueden apuntar algunas ideas. En primer lugar, hay que valorar las innovaciones tecnológicas. Desde me- diados del siglo XX técnicas fisico-químicas y matemá- ticas conforman la denominada arqueometría, así como la arqueozoologia, arqueobotánica, arqueoastro- nomía, paleogeografía, paleopatología, antropología física, paleogenética, etc. Es un campo sin límites, des- de disciplinas humanistas hasta los últimos avances de la física o la biología, pues la Arqueología está abierta a toda información que permita conocer el pasado, lo que la aproxima a la Criminología en su interdiscipli- naridad metodológica y en su finalidad de descubrir hechos no conocidos a través de restos y circunstan- cias que deben ser analizados para explicar lo acaecido.
Esto afecta a la obtención de datos y a su análisis e interpretación. La localización de hallazgos recurre a técnicas cada vez más fiables y menos destructivas, en avance acelerado, que casi parecen de ciencia-ficción: geo-radares, drones, aviones, satélites, sistemas SIG, etc., y cada vez son más sofisticados los análisis de ma- teriales, de ADN, paleopatología, etc., que potencian la información que ofrecen los hallazgos. Sin embargo, su coste aumenta exponencialmente y su complejidad hace que toda excavación o estudio sea una compleja operación que proporciona miles de datos que deben ser accesibles de forma continua y en tiempo real.
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