Page 218 - Glosario imposible
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Jesús Carrillo
instituciones permanentes, que no eran sino dispositivos de control social
y de perpetuación de estructuras de dominación. Las TAZ no eran ya aquel modo de escapar a un Estado omnipotente que imaginara el pensamiento libertario de Bey, sino el modelo de acción en una sociedad sin Estado. No solo era la institución, sino la institucionalidad misma la que se suponía en crisis.
Esta visión radical respondía, desde las antípodas, a las mismas premisas sobre las que el neoliberalismo estaba diseñando contemporáneamente
su nuevo orden para el mundo; en algunos casos, sus respectivas lógicas y modos de hacer llegaban a confundirse. Sin embargo, mientras que para los primeros el Estado acabaría desmoronándose de pura obsolescencia, para los segundos este debería permanecer instrumentalmente como facilitador y garante del fluido despliegue de sus operaciones económicas. Finalmente, los creyentes de la verdad postinstitucional —autónomos, creativos y, sobre todo, flexibles— acabarían siendo las víctimas perfectas de la maquinaria productiva del capitalismo posfordista.
Dicha sensibilidad no solamente iba a producir la imagen de una red de singularidades interconectadas flotando en el líquido amniótico de una sociedad sin instituciones. El pensador posoperaista italiano Paolo Virno denunciaba el cinismo oportunista de aquellos individuos que celebraban el fin de las instituciones, aceptando parasitariamente las nuevas formas de la dominación neoliberal. Frente a ellos, en 2001 identificaba en su Gramática de la multitud al sujeto sobre el que construir una nueva comunidad. La multitud, el conjunto de singularidades que, según Hobbes, antecedía
a la institución del cuerpo político, vendría desde el remoto pasado a desplazar las ya desbordadas configuraciones de la subjetividad moderna: la ciudadanía o, sobre todo, el pueblo. Ciertamente, la desobediencia civil y el éxodo que, en último término, propugnaba Virno no parecían dotar del sustrato más adecuado para la cimentación de una nueva imaginación institucional; sin embargo, su pensamiento identificaba las bases de una esfera pública “otra” y de formas radicalmente nuevas de democracia en la capacidad de comunicación, de afecto y cooperación de la multitud.
El enfriamiento paulatino del milenarismo y la maduración de nuevas formas de acción política ante la violencia e insostenibilidad del sistema harían
que durante la primera década del siglo el énfasis en la defección fuera
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