Page 62 - Glosario imposible
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Selina Blasco y Lila Insúa que ver también con la experiencia adquirida en Extensión Universitaria4. Allí constatamos tanto la ausencia de autoidentificación de la facultad
como comunidad artística que acabamos de señalar como la falta de
espacio para lo colectivo en la formación universitaria del estudiante. Para movilizarlo, entre otras iniciativas, decidimos cambiar el sentido de la sala de exposiciones articulando una convocatoria de residencias. Durante los cuatro años en los que su espacio se ocupó con grupos de estudiantes, vimos cómo lo colectivo se activó como potencia. También hemos sido testigos
de que las residencias de La Trasera —nombre que, significativamente, sustituyó al de sala de exposiciones— fueron lo primero en caer, lo que el statu quo erradicó cuando volvió a tomar la dirección de la facultad en 2014. Esta decisión evidencia que el nuevo equipo fue consciente de lo que allí estaba en juego, que no era ni más ni menos que cuestionar asuntos como
el mito del artista-genio individual o la identificación de la obra como objeto frente a procesos que podían implicar la inmaterialidad u otras formas de hacer. Cercenar la posibilidad de que los estudiantes gestionen los espacios comunes de forma emancipada, además de señalar quién ejerce realmente
el poder en las instituciones educativas, refleja la fuerza de las prácticas artísticas colaborativas en la apropiación del espacio, aunque en este caso sea para disolverla. “El espacio institucional es también, y sobre todo, espacio público”5: en los casos que analizaremos más adelante, la relación obra-espacio es fundamental, a través de haceres y formalizaciones diversas.
Las prácticas colaborativas suelen priorizar el proceso mismo de participación e incluso de producción de la red social en la que se desarrollan. ¿Supone este énfasis un descuido de lo que tradicionalmente se ha denominado la “obra” identificada como el “resultado” de ese proceso? En esta retórica no pocos artistas han querido renunciar a tal estatuto, a
la propia denominación de “obra”. Pero, ¿por qué llamarla de otro modo?, ¿qué debates, algunos de los cuales ni siquiera han llegado al nivel de información en España, apunta cada término?
Es evidente que los lenguajes y medios como el fotográfico, el audiovisual, el de la edición en su sentido más amplio (desde fanzines a libros de artista) y,
4. Coordinamos el Vicedecanato de Extensión Universitaria de la Facultad de Bellas Artes UCM desde el año
2010 al 2014. La tarea consistió en organizar las actividades sobre creación artística actual que se generaban en ella
a través de diversos programas, algunos de creación propia y otros que llegaban a través de convocatorias públicas.
Hemos reflexionado a posteriori sobre este trabajo en Selina Blasco, Lila Insúa y Alejandro Simón (eds.), Universidad
sin créditos. Haceres y artes: un manual. Ediciones Asimétricas y Comunidad de Madrid, Madrid, 2016.
5. Olga Fernández López, Zoe Mediero y Azucena Klett, “En medio de las cosas. Investigación indisciplinar,
entre el espacio artístico, la academia y la ciudad”, en Transductores 3. Prácticas artísticas en contexto. 62 Itinerarios, útiles y estrategias, Diputación Provincial de Granada, Granada, 2015, p. 225.