Page 63 - Glosario imposible
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Obra
en general, todos los que pueden asociarse al ámbito de la documentación, se identifican de forma más natural con la obra de arte, en gran medida por su ya histórica vinculación a los espacios expositivos tradicionales y
al mercado. Sin embargo, también es interesante subrayar cómo se agitan y subvierten sus códigos disciplinares cuando se vinculan a prácticas colaborativas. Dos ejemplos, entre otros muchos que sería interesante analizar, podrían ser, en primer lugar, la problematización y, en algunos casos, la disolución de la autoría; y en segundo lugar, la reflexión sobre el archivo. En este caso, lo que merece atención no son solo los modos que se adoptan en su presentación, sino aspectos que podríamos situar en el espinoso terreno de la gestión y la apropiación de la memoria, así como
la activación de mecanismos para facilitar su accesibilidad. En definitiva nos preguntamos: ¿qué hacen determinados repositorios en el museo, aunque sea en algunos casos en departamentos específicos y cómo afecta al estatuto de los documentos su custodia en este lugar en vez de en bibliotecas y/o archivos propiamente dichos?
Pensar en las formas de las prácticas colaborativas implica manejar
nuevos términos, reconocerse en lugares distintos. Para estos últimos, por ejemplo, se puede proponer el término “entre”. Reflexionando sobre los haceres, Jordi Claramonte, una de las personas de nuestro contexto que más ha meditado sobre ellas6, apunta que este “entre” tiene en sus orillas las obras de arte, por una parte, y el activismo por otra, sin ser ni las unas ni lo otro. Este lugar (o este no lugar) desplaza el énfasis al “modo” en el que dar cuenta del mundo, un modo que es de relación, que crea la tarea
“e incluso los valores desde los cuales dicha tarea aparecía como necesaria y eventualmente bien resuelta”. El modo es, sigue diciendo, principio y motor, no resultado, algo que subvierte dicotomías, en este caso las que contraponen lo que presuntamente va primero (la acción) respecto a lo que va después (las formas). Los modos que, podríamos decir, disparan, activan, llevan a nuevos nombres viejos: “no en balde”,—concluye Claramonte—, “el nombre más antiguo que tenemos para aludir a estos modos de hacer es
el de ‘poéticas’, que no significa otra cosa que ‘haceres’”7.
A propósito de las formas de las prácticas colaborativas, otro de los términos, en este caso híbrido como el de poética pero en el plano de lo social, podría ser el de “imaginario”. De su mano sería posible identificar y reconocer lenguajes visuales, plantear obras, en definitiva, pero otras obras, que escapan a la
63 6. Jordi Claramonte, Arte de contexto, Nerea, Donosti-Donostia, 2010.
7. Jordi Claramonte, “Haceres”, en Selina Blasco, Lila Insúa y Alejandro Simón (eds.), op. cit., p. 160.
























































































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