Page 116 - Azaña: Intelectual y estadista | eBook
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12 Azaña, Manuel, “Ponencia de Gue- rra y Marina defendida en la Asam- blea del Partido Reformista”, Ma- drid, 30 de noviembre de 1918”, OC, vol. 1, p. 393.
nas a través de la “creencia en una patria común, identificada moral y geográficamente con el estado español” conforman un imaginario de “re- generación” que Azaña va a impulsar en sus conferencias, a través de sus colaboraciones periodísticas, en las aportaciones al programa del partido y, no menos, con su intento de lograr un puesto en el Parlamento por dos veces por Puente del Arzobispo.
Auge y frustración reformista
Tras la crisis de 1917 y el fin de la Primera Guerra Mundial, con el triunfo aliado al reformismo se le ofrecía la posibilidad de realizar su programa en el marco de las instituciones monárquicas. Su cometido estaba en la formu- lación de un programa realista de gobierno, en la afirmación electoral y en la disposición a incorporarse al sistema para desde el disfrute del poder acometer cuantas reformas demandaba la sociedad española. La primera tarea la llevó a cabo a partir noviembre de 1918, cuando se reunió la Asam- blea Nacional en la que a Azaña, ya percibido en el partido como un espe- cialista en temas militares, se le adjudicó la ponencia de Guerra y Marina. La propuesta militar reformista presentada por Azaña contemplaba una amplia reforma militar orientada a la supresión del régimen de “paz arma- da”, donde se reformulaba la naturaleza del agente natural de aquella: el ejército permanente. Sobre la hipótesis de un generalizado acuerdo inter- nacional, el reformismo se decantaba por una acción desmilitarizadora de España a través de una profunda reforma militar, cuya primera expresión era la de una notable disminución del ejército, con importantes cambios en los procedimientos de reclutamiento, la extensión a todos los ciudadanos de las obligaciones de defensa y resaltando que su función debía ser la de la defensa del Estado, al margen de todo privilegio, fuero jurisdiccional, eco- nómico o fiscal.
El “ejército de la paz” que los reformistas defendieron a través de la po- nencia de Azaña desestimaba el carácter profesional de la oficialidad, vis- lumbraba el acceso a ella de los ciudadanos a través de un proceso forma- tivo, contemplaba un servicio militar muy breve y reducía la jurisdicción o fuero de guerra al mínimo necesario para mantener la disciplina dentro de los cuerpos armados. La clausura de las academias militares, el traslado de una parte de los oficiales del Ejército a otros destinos, con amparo de sus derechos, la reducción del presupuesto y la reforma del régimen de Protectorado en Marruecos se presentan como novedades que anticipan algunas de las medidas que Manuel Azaña aplicaría en la reforma militar de 1932.
El ejército, instituido para la defensa nacional, e integrado por todas las clases de la sociedad española, debe permanecer apartado de todas las contiendas políticas, y en los conflictos de carácter social y económico, no puede ser empleado por el poder público en beneficio de una clase sola12.
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