Page 193 - Azaña: Intelectual y estadista | eBook
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Una historia grandilocuente, deshumanizada y aburrida: tal era la que Aza- ña lamentaba que se impartiera en los centros escolares, al menos en los que él conocía. En El jardín de los frailes, relato literario de su experiencia cole- gial entre 1893 y 1897 con los Agustinos de El Escorial (que publicó por primera vez en la revista La Pluma en 1921), recordaba: “Más que por in- suficiencia crítica, advertida apenas, la historia me fatigaba por su aridez inhumana. Con estar incorporada sucintamente en unas docenas de perso- najes grandiosos, la catadura de estos héroes no era de hombre. Habían llegado al mundo con el encargo de recitar un papel aprendido de memoria y colmar los decretos providenciales”.
La certeza de que era posible otra mirada hacia el pasado que hiciera afluir una tradición progresista inspiradora, la manifestó luego con cierta frecuen- cia durante su vida pública: “Yo hablo de la tradición humanitaria y liberal española, porque esa tradición existe, aunque nos la hayan querido ocultar desde niños maliciosamente. España no ha sido siempre un país inquisito- rial, ni un país intolerante, ni un país fanatizado...”, explicaba, siendo presidente del Gobierno, en una charla en la sociedad El Sitio de Bilbao, el 9 de abril de 1933. También fue constante su convicción de que el análisis crítico del pasado no debe enturbiar, sino fundamentar, los entendimientos sobre el porvenir: ya en la jugosa conferencia titulada Los motivos de la germanofilia que pronunció en el Ateneo de Madrid en mayo de 1917, en el contexto de la Gran Guerra, afirmó que “buscar en el pasado razones de enemistad e interpretar la Historia para hacerla servir de alimento al odio, es una aberración, un desvarío anticivilizador”.
El primer proyecto de estudio histórico que emprendió –que, como algu- nos otros, dejó inconcluso y ha permanecido largamente inédito– se basó en fuentes literarias y versó sobre el avance histórico-cultural en la Castilla del siglo xiv, época del despertar de la crítica política y de la consolidación del idioma. Lo tituló Siendo rey Alfonso onceno, y en su inicio introdujo observaciones críticas sobre el patriotismo, que tanto aliento daba al con- flicto mundial coetáneo3. Tampoco divulgó un texto en clave paródica ti- tulado Auto de las Cortes de Burgos o triple llave al sepulcro del Cid y divino zancarrón, que fechó en agosto de 1921, y que constituye una muestra de su sostenida aversión a la remoción y reparto de los restos mortales de per- sonajes ilustres, tema que más tarde desarrollaría en su artículo “Quintana, en la infausta remoción de sus huesos”, publicado en La Pluma, en marzo de 1922.
Ahora bien, la primera contribución sustancial de Azaña al análisis históri- co, que reviste carácter de anticipación historiográfica, son sus considera- ciones acerca del movimiento comunero que se desarrolló, fundamental- mente en Castilla, entre 1519 y 1522. En el artículo “En torno a Ganivet”, publicado en La Pluma en febrero de 1921 (año del cuarto centenario de la derrota de los comuneros en Villalar), Azaña había osado una severa
3 Azaña, Manuel, OC, vol. 7, pp. 294 y ss.
4 Azaña, Manuel, OC, vol. 2, pp. 867- 916.
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