Page 34 - Azaña: Intelectual y estadista | eBook
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10 Azaña, Manuel, La libertad de aso- ciación, Madrid, Imprenta de los Hijos de M. G. Hernández, 1902.
11 Madrid, Biblioteca Nueva, 2007.
12 Valladolid, Junta de Castilla y León, 1998.
Pero, en realidad, la segunda aventura en prensa de Manuel Azaña fue en el periódico La Avispa, de muy corta vida, pues solo publicó ocho núme- ros, que vio la luz el 17 de marzo de 1910. Esta vez su colaborador más cercano fue el albañil y concejal socialista Antonio Fernández Quer, con quien trabó una sólida amistad, y acaso ahí empezó lo que podríamos definir como una primera aproximación al socialismo. “De carácter mor- daz y satírico, el subtítulo no dejaba lugar a dudas al afirmar: ‘Yo soy avispa discreta –que a todos distinguiré–, al bueno daré justicia y al malo le picaré’”.
Por aquel tiempo, Manuel Azaña pasea por las calles de Madrid en busca de nuevos amores, que habría de encontrar sobre todo en las dos Consue- los; a una de ellas “puso piso”, sacándola de un burdel, y la ruptura con la otra le causó un profundo pesar, según cuenta él mismo, ya que “tanto se me clavó y tantas tempestades levantó dentro de mí”.
Manuel Azaña no hace otra cosa que pasear, galantear a cuantas mujeres encontraba a su paso y divertirse. Harto de esta vida cortesana, decide volver a Alcalá. Poco antes, en 1902, había dictado una conferencia en la Academia de Jurisprudencia sobre La libertad de asociación 10, que había causado una excelente opinión.
De ahí que su vuelta a Alcalá cause más de un interrogante. ¿Por qué y para qué? Ahora, tarde es, debemos acudir a esa excelente azañóloga, y seguro que azañista también, que es Ángeles Egido León, catedrática de Historia Contemporánea en la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED) y experta en el estudio de la Segunda República, del exilio, de la represión franquista y de todo lo concernido en aquellos tiempos. A ella le debemos, amén de nuestra admiración, y entre otros muchos de sus traba- jos, Manuel Azaña: el hombre, el intelectual y el político 11, así como su mag- nífico Manuel Azaña, entre el mito y la leyenda 12, y es este último trabajo el que debemos seguir.
Nos habíamos preguntado, como tantos otros, para qué y por qué vuelve Manuel Azaña a su casa alcalaína. Al parecer, Madrid y su vida en la corte (¿acaso también sus desengaños amorosos?, añadimos nosotros) le aburrían. En su regreso también, según Ángeles Egido en la obra citada, ha de influir la merma de sus recursos económicos, hasta el punto de querer iniciar al- guna aventura en el terreno industrial junto a su hermano Gregorio. Pero todo les va mal. Podemos añadir, además, que sus paisanos empiezan a mirarle con cierto recelo. En Alcalá pasa seis años que son duramente tra- tados en su Diario de 1912: “La energía y el tiempo (¡el precioso e irrem- plazable tiempo!) que yo he malgastado allí me pesarán toda la vida”. Pero Manuel Azaña, en realidad, no pierde el tiempo en Acalá y es allí donde, animado por su cuñado Cipriano de Rivas Cherif, prepara y aprueba con el número uno las oposiciones a la Dirección General de los Registros y del
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