Page 28 - Nada temas, dice ella
P. 28

los artistas han hecho del pathos y sus formas el centro de la creación, en un salto del concepto al afecto, dejando de lado las especulaciones más intelectua­ les, y alentando, como lo ha llamado Catherine Grenier, una «revancha de las emociones» –la ira, la risa, el miedo, el dolor–, tan desacreditadas en décadas anteriores.5 El creador, trabajando al dictado de una actitud humanista y pasio­ nal, rompe los diques de la distancia crítica y asalta al espectador con el fin de conmoverle, de conducirle a un conocimiento «patético», tal como sucedía en
las viejas imágenes, aunque ahora lo hace con un lenguaje contemporáneo. En primer lugar, por ser un arte ajeno a religiones y doctrinas, a las iconografías establecidas, libre de ataduras a ningún credo y de toda intención pedagógica: un «arte sin dioses», deliberadamente no confesional. Pero sobre todo, porque renuncia a todo formalismo estético en beneficio de la implicación emotiva y existencial: el ser del artista se embarca en cuerpo y alma en la experiencia crea­ dora, una experiencia total, transformadora del sujeto, un «ejercicio espiritual» y, en muchos casos, ritualizado. Este registro «místico», metafísico, nos remite de nuevo a la estética plotiniana pero también, en un deslizamiento literario, al universo de los místicos españoles del siglo xvi, que tiene su quintaesencia en
la inmensa, y tan compleja, personalidad de Teresa de Jesús. En su inmenso apeti­ to de lo divino, desarrolló una escritura introspectiva –no filosófica ni doctrinal ni teológica–, fuertemente íntima, orientada hacia los espacios de la visión, la utopía, el desarraigo, con un radicalismo emocional sin precedentes, que resultó tan influyente en la esfera de las conductas privadas como en la acción pública. E hizo del acto de escribir una de las más hermosas expresiones de la capacidad del espíritu humano para transmitir vivencias insólitas y extremas: se examina, se transforma, se pone a prueba, es asaltada por visiones, se entrega al dictado de voces y «hablas» interiores, y lleva al éxtasis su vivencia de un cristianismo incandescente.
Esa «experiencia de los límites» ha atraído con fuerza magnética a artistas de todo el mundo, entre los que se encuentran algunos de los nombres de esta muestra, convocados en torno a esta monja desobediente y visionaria, maestra de una espiritualidad universal, que, no se olvide, apelaba al lenguaje del arte como el más afín para describir el aspecto del cuerpo sutil que contemplaba en sus apariciones: la experiencia visionaria es una experiencia de la imagen.6 Entre estos dos mundos, aquel excepcional de la mujer mística y emprendedo­ ra, dispuesta a «morir mil muertes», y estas formas contemporáneas del arte, intuimos una «fusión de horizontes» de insospechada fecundidad. Al margen de las vías clásicas de la representación, emancipados de la imagen tradicional, del objeto tangible, estos nuevos místicos actualizan temas asimilados durante































































































   26   27   28   29   30