Page 40 - Nada temas, dice ella
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de la orden del Carmelo, en la oración interior y en la escritura. Su vida y
su obra han sido tratadas y ensalzadas desde registros muy diversos, pero también manipuladas con fines ideo lógicos. Hasta que no se recuperaron en 1946 los documentos que demostra ban su origen judío, se le atribuyó una falsa genealogía de «cristianos viejos» y se utilizó su «valor guerrero» con fines propagandísticos para ensalzarla como «santa de la raza» durante la dictadura franquista.3 Algunas visio nes anarquistas celebran cómo Teresa se salta las jerarquías y ejerce su sobe ranía individual para hablar directa mente con Dios. Desde la antropología se señala su valor para reivindicar que tanto el hombre como la mujer son sujetos de saber. Su figura ha sido objeto de interpretaciones médicas
y psicoanalíticas que la han calificado de histérica, epiléptica o anoréxica. Los estudios de género la señalan hoy como feminista, pues fue plenamente consciente del lugar subalterno al que la sociedad patriarcal y la Iglesia cató lica condenaban a las mujeres.
En el primer capítulo de las Medi- taciones sobre los cantares dirigidas
a las monjas carmelitas, escritas por primera vez entre 1566 y 1567 y por segunda vez en 1574, Teresa sostenía el derecho de las mujeres al gozo
del saber y del compartir, aunque se excusara irónicamente de no sentar ciencia: «Que tampoco no hemos de quedar las mujeres tan fuera de gozar
las riquezas del Señor; de disputarlas y enseñarlas, pareciéndoles aciertan, sin que lo muestren a letrados, esto
sí [...]. Consuélame, como a hijas mías, deciros mis meditaciones, y serán con hartas boberías».4
Sin embargo, no hay que olvidar que Teresa de Jesús estuvo sometida
a un enorme sufrimiento moral, pues tuvo que convivir de forma perma nente con la obsesión por la «honra»
y con el riesgo de ser condenada por
la Inquisición. Durante doce años el Tribunal del Santo Oficio mantuvo secuestrado su Libro de la vida, que fue publicado solo después de su muerte por otro perseguido, fray Luis de León. Hay extraños caminos, dice Rosa Rossi, por los que un acérrimo enemigo de las mujeres como fue el inquisidor Alonso de la Fuente, que atacó violen tamente las obras de Teresa ya publi cadas, le hizo un favor al reconocer, desde su perspectiva misógina, que
su obra «era cosa enseñada por ángel, pues excede la capacidad de mujer».5
La función de los historiadores y
de los comisarios de arte consiste en analizar críticamente los cambios que se producen a través del tiempo; en tender cómo las imágenes condensan los miedos, las ilusiones y las creen cias, cómo reflejan las condiciones económicas del momento en el que fueron creadas y cómo ensalzan o sub vierten los códigos ideológicos de cada época. Es también tarea suya mostrar cómo la renovación de los lenguajes
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