Page 79 - El retrato español en el Museo del Prado
P. 79

                Carbonero, que la retrató a su vez en 1914 (Madrid, colección parti- cular). El retrato, encajado y resuelto en una sola sesión salvo la cabe- za, más elaborada, muestra el acierto del artista para plasmar los rasgos esenciales de la figura a través de un trazo directo y alargado. Con una paleta restringida y brillante, el certero uso de los rosas, de los realces blancos de las lamas y los plateados brillos, presta una gran vivacidad a la figura, que destaca sobre un fondo marrón y rojo oscuro resuelto con pinceladas muy rápidas. De este modo, a pesar de su posición quieta, frontal y en el eje mismo de la composición, no produce sensación de estatismo. La pintura, muy líquida, deja parte del lienzo sin cubrir. Se hace más compacta en la cabeza, que fija la imagen de la niña cuyo cuer- po queda amplificado por el guardainfante, que ocupa la total anchura del lienzo. El estado en esbozo de este elemento del vestido que oculta, como en el cuadro de Mazo, los pies de la niña; las mangas afolladas y la ausencia de acotación de manos, aunque la izquierda está abocetada, como el pañuelo que sostiene, parecen hacer flotar la figura, pero el ajustado corpiño la define con claridad. Pese a estar inacabado resul- ta uno de los más explícitos homenajes de su tiempo al Siglo de Oro español.
JAVIER BARÓN
BIBLIOGRAFÍA: Pantorba 1970, p. 203, n.o 1928; Museo del Prado 2001, pp. 30-31; J. Barón en Itinerante 2007-8, p. 190, n.o 68; J. Barón en Brisbane 2012, pp. 262-63, n.o 99
77































































































   77   78   79   80   81