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Las técnicas se alternan dependiendo del nivel de precisión que necesite el estudio. Las más comunes son la decodificación de señales fisioló- gicas por medio de biosensores, hardware adaptable de electroencefalografía o gafas de eyetracking para medir el momento de atención y los puntos de foco en la contemplación de la obra de arte. Estos sistemas son los que se denominan wearables, pero todas estas técnicas se están alternando con otras dependiendo del propósito del estudio. En el entorno neurocientí- fico actualmente no se desprecia ninguna infor- mación que pueda enriquecer el estudio, aunque no provenga de un feedback estrictamente neuronal. Por ejemplo, en muchas metodologías se analizan también los microgestos faciales.
Las técnicas más comunes son la decodificación de señales fisiológicas por medio de biosensores, gafas de eyetracking para medir el momento de atención y los puntos de foco en la contemplación de la obra de arte.
No olvidemos que la neurociencia es sumamente reciente. En 1875, Richard Birmick presentó sus hallazgos sobre los fenómenos bioeléctricos en los hemisferios cerebrales de ratones y monos
y en 1912 Vladímir Vladimírovich Pravdich-Ne- minsky publicó el primer encefalograma (EEG), todo ello en animales. No fue hasta 1920 que Hans Berger (1873-1941) comenzó sus estudios sobre electroencefalografía en humanos, poste- riormente acotados y enriquecidos por el trabajo del profesor António Damásio y su equipo.
Dibujo de las células de un cerebro de pollo1, por Ramón y Cajal2. Fuente: Wikipedia.
La neurociencia de lo creativo
Más allá de la constatación de que el hecho artístico y su contemplación aportan a la socie- dad un activo, existe toda una corriente de inves- tigadores que están indagando en la importancia de los procesos creativos para la resolución de problemas y la percepción de la realidad.
Nosotros, en la experiencia del análisis de la exposición Momias egipcias de la Fundación La Caixa, percibimos que el grado de estimulación neuronal detectado al contemplar una obra en su sala junto a otras que la acompañan y referencian dentro del contexto expositivo es mucho más «intenso» que el producido en el laboratorio. En la exposición se generaba un feedback neuronal que incluso nos llegó a sorprender, ya que era similar al que provoca un concierto o una buena película de acción. Frente a las mediciones controladas en laboratorio, las registradas en sala presentaban un altísimo grado de activación neuronal.
Este suceso, más allá de lo anecdótico, supuso una gran alegría para el equipo de NeuroCulture, ya que confirmaba varias hipótesis: la primera, que el arte sirve y emociona; la segunda, que somos capaces de introducir en un entorno totalmente subjetivo, como es el arte, elementos objetivos que lo doten de rigor y pongan en valor su valía y su aportación a la sociedad; y
la tercera, su funcionalidad instrumental una
vez semiautomatizado el proceso, así como su comprensión inteligible por cualquier profesional que no tenga una formación médica o neuro- científica.
Estas experiencias de medición artística nos han hecho preguntarnos sobre la ciencia que se esconde tras un proceso de creación de cualquier índole.
No como un hecho puntual sino como algo inte- grado en lo cotidiano, espontáneo e inesperado. Y los procesos que llevan a cada persona a tener su pequeño «Picasso interno» en su día a día, como una meta superior a la medición funcional de proyectos artísticos concretos.
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Cultura inteligente: Análisis de tendencias digitales