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alguno para su constitución: el autor de una obra
de arte puede no ser (solo) un artista, sino que su
producción (o desarrollo y formalización) puede
haber sido realizada por una máquina; el mundo
visual contemporáneo no es el constituido por
imágenes ópticas —o retinianas—, de estilo y
lenguaje naturalistas, sino, en muchas ocasiones,
por imágenes-código, que necesitan ser decodi-
ficadas —traducidas— para su comprensión, lo
que hace que el proceso de la creación artística
pase de un representar a un construir; o que la
creación artística ya no presuponga la realización
de obras únicas, sino que estas nacen ya como
múltiples, copias en cuya genealogía ya no se
distingue entre original y copia (lo que exige una
redefinición del tradicional «aura de la obra de
arte», como ya intuyó el filósofo alemán Walter
Benjamin a comienzos del siglo xx).
El New Media Art representa —o aprehende—
sin duda el Zeitgeist (o el signo propio de nuestro
tiempo, el siglo xxi). Las condiciones para que
la obra de arte actual cumpla con su anhelo
de representar el Zeitgeist imponen una nueva
velocidad: la fabulosa «velocidad instantánea de
internet», una deslocalización basada en la capa-
cidad de las tecnologías digitales de gestionar la
información de manera ubicua y una globalidad
que anhela convertirse (en los sistemas artísticos)
en representaciones «glocales» (contar desde lo
local para convertirse en universal).
El Zeitgeist de la obra de arte actual
impone la velocidad instantánea de internet,
la deslocalización y la globalidad.
Entre los objetivos de esta nueva cultura digital
observamos una imperiosa necesidad por renovar
los imaginarios colectivos (actualizándolos a la
revolución del momento presente); construir las
metáforas que expliquen el nuevo mundo que
hemos construido y que necesitamos saber ha-
bitar y gestionar; inventar nuevas narrativas (ser
capaces de contar con nuevos lenguajes, en nue-
vos dispositivos, con otro tempo más actual); o
trabajar en pos del diseño de la interfaz universal
(una más cómoda, versátil, eficiente e intuitiva)
que nos permita gestionar nuestra relación con
las máquinas de una manera madura, superando
este tiempo de primitivismo tecnológico con el
que hemos inaugurado la era digital (para am-
pliar, ver Alcalá, 2011).
Las obras de arte que generan los artistas del
New Media Art tratan de aproximarse lo más
posible a esa legítima aspiración a ser fieles
representantes del Zeitgeist de nuestra era
digital. Para «pulsar» la temperatura de una obra
de arte en su actualidad (esto es: cuán relevante
resulta desde el concepto del Zeitgeist), podemos
construir un sistema de valores y comprobar
cuántos de estos cumple cualquier obra de
arte: su grado de inmaterialidad (virtualidad); el
nivel de lenguaje multimedia utilizado para su
configuración; su interactividad (su capacidad
de interactuar con el espectador, ahora conver-
tido en usuario); su espacio-temporalidad (las
vinculaciones retroalimentarias entre el tiempo
y el espacio contenido en esta obra de arte);
su predisposición natural a ser un sistema de
comunicación planetario y ubicuo; su vocación
de haber sido concebida como modelo-en-red
(de naturaleza telemática); y, por último, no ser
sino un proceso en permanente flujo (un fluir
armónico en la multidimensionalidad del espacio
que hibrida lo real y lo virtual). Siete condiciones
cuyas temperaturas individuales marcarán, en
su suma, la temperatura general del Zeitgeist de
cada obra de New Media Art.
3. Contextualización
del Media Art
El campo actual del New Media Art, tras sus ya
más de seis décadas de existencia, ocupa ahora
un mapa cartográfico tan extenso como el propio
arte contemporáneo en todas sus prácticas, dis-
ciplinas, lenguaje y movimientos de vanguardia.
Es por ello que se hace necesario, no solo iden-
tificarlas, sino establecer una cierta organización
metodológica que nos permita comprender sus
características específicas y sus relaciones, algo
esencial, no solo para superar el empobrecedor
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