Page 97 - Anuario AC/E de cultura digital 2025
P. 97

específicas para adaptarse al contexto con el que
interactúa. Por tanto, no hay razón para asumir,
de entrada, que la falta de locomoción elimina
necesariamente la posibilidad de inteligencia. De
hecho, podría argumentarse justo lo contrario:
sobrevivir en un entorno donde permaneces fija,
sin moverte de tus coordenadas durante toda la
vida, denota inteligencia. Si conseguimos librar-
nos de nuestros sesgos podemos reconocer que
adaptarse y prosperar en un entorno sin poder
desplazarte no solo no descarta la inteligencia,
sino que, en todo caso, la exige.
Otro sesgo común es asociar la inteligencia con
la presencia de un sistema nervioso. Así, dado
que las plantas no tienen un sistema nervioso,
se suele asumir que es imposible atribuirles
ningún tipo de inteligencia. Sin embargo, desde
una perspectiva evolutiva, vemos como especies
diferentes pueden desarrollar capacidades simi-
lares de forma independiente, como respuesta a
presiones selectivas semejantes. Por ejemplo, el
ala del murciélago y el ala del ave cumplen una
función similar, pese a sus diferencias morfológi-
cas. De la misma manera que sería erróneo negar
la capacidad de vuelo de un murciélago porque
«no tiene plumas», cabe preguntarse hasta qué
punto es correcto descartar la inteligencia en
plantas por su falta de tejido neuronal. Además,
si siguiéramos esta lógica de manera estricta, no
podríamos hablar de inteligencia artificial, ya que
estas entidades tampoco poseen neuronas ni
sistemas nerviosos.
Estos sesgos, sumados a nuestra forma «ob-
jetificadora» de entender las plantas, hacen
que nuestro punto de partida no sea neutral al
plantearnos ciertas preguntas, tanto en nuestro
día a día como en la práctica científica. Así,
rechazamos la idea de que las plantas puedan ser
inteligentes sin considerar que lo razonable sería
mantener una actitud abierta y explorar esa po-
sibilidad científicamente. Pese a las dificultades
que se derivan de la existencia de estos sesgos,
a lo largo de la historia se han investigado
diferentes fenómenos vegetales que evidencian
la complejidad de este reino y la plausibilidad
de atribuir a sus capacidades la propiedad de
«inteligencia».
¿Cómo podemos conocer a una
planta? Adaptando nuestra
mirada al reino vegetal
Estudiar científicamente el comportamiento de
las plantas conlleva numerosas dificultades, en
gran parte debido a las marcadas diferencias
entre nuestras especies, contextos y escalas tem-
porales. Todo ello hace que sea complicado darse
cuenta de todos los fenómenos que las plantas
despliegan. Por eso, para identificar y entender
estos fenómenos, resulta imprescindible que
aprendamos a ajustar nuestra mirada y nuestro
enfoque al mundo vegetal.
Plantearlo así invita a pensar que necesitamos de
una tecnología que nos permita observar correc-
tamente a las plantas. Sin embargo, antes incluso
de equiparnos de herramientas, es crucial entre-
nar nuestra mirada y nuestra forma de pensar
sobre ellas, para que estén en sintonía con los
fenómenos propios de las plantas. El problema
no radica en que las plantas sean demasiado
lentas, sino en nuestro estilo de vida acelerado,
que nos impide percibir su ritmo. Entenderlas
requiere que desaceleremos, ajustando nuestro
tiempo al suyo, en lugar de intentar que ellas se
adapten al nuestro.
No sería correcto descartar la inteligencia
en plantas por su falta de tejido neuronal,
pues esta lógica descartaría también la
inteligencia artificial, que tampoco posee
neuronas ni sistemas nerviosos.
Adaptar nuestra mirada a las plantas implica,
entre otras cosas, pensar en qué quiere decir
«inteligencia» en el contexto vegetal. Como
mencionábamos al inicio, la inteligencia no
se observa directamente, sino que se infiere a
partir de los comportamientos de un organismo.
En este sentido, adaptar nuestra mirada a las
plantas requiere, por ejemplo, identificar qué
Anuario AC/E de cultura digital 2025
ANUARIO AC/E DE CULTURA DIGITAL 2025
97










   95   96   97   98   99