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¿Qué hace una planta para
que atribuirle inteligencia
sea razonable?
Buena parte de nuestra resistencia a reconocer
inteligencia en las plantas proviene de lo mucho
que ignoramos sobre lo que realmente son
capaces de hacer. Sin embargo, cuando presta-
mos atención a sus habilidades, resulta difícil no
sorprenderse. Las plantas exhiben una amplia
gama de comportamientos que evidencian
formas avanzadas de interacción con su entorno,
revelando una complejidad que supera con cre-
ces lo que tradicionalmente les hemos atribuido
(Segundo Ortín y Calvo, 2022).
La investigación en este campo ha revelado una
gran variedad de comportamientos sorprenden-
tes en el reino vegetal, como comportamiento
anticipatorio, toma de decisiones, reconoci-
miento de parentela, sensibilidad al riesgo o
la capacidad de percibir e integrar múltiples
estímulos ambientales. Las plantas perciben y
responden a una amplia variedad de estímulos
del entorno. Poseen proteínas fotosensibles que
les permiten detectar no solo el espectro visible
para los humanos, sino también el ultravioleta
y el rojo lejano, ubicado entre el rojo y el infra-
rrojo. Esto les permite reaccionar a variaciones
circadianas, a la duración del día y a los ritmos
estacionales. Son capaces de distinguir diferen-
tes grados de calor y frío, además de adaptarse
a los cambios de temperatura que ocurren en
ciclos diarios.
Se han detectado comportamientos en el
reino vegetal como el anticipatorio, toma
de decisiones, reconocimiento de parentela,
sensibilidad al riesgo o capacidad de
percibir estímulos ambientales.
Mecánicamente, las plantas son extrema-
damente sensibles: detectan el viento, el tacto,
la compresión, el balanceo y las sacudidas.
Perciben vibraciones específicas, como las
generadas por el masticar de ciertas orugas, que
pueden desencadenar respuestas defensivas,
o las frecuencias del aleteo de insectos, que
pueden estimular la producción de néctar.
Responden también a estímulos gravitacionales,
como demuestra la capacidad de los árboles para
ajustar el ángulo de crecimiento de sus ramas
según la gravedad.
Bajo tierra, las raíces perciben la resistencia del
suelo al penetrar, las características del terreno
y la distribución de recursos. Además, las plantas
detectan y procesan señales eléctricas, compues-
tos químicos volátiles y no volátiles, así como
estímulos biológicos relacionados con la presen-
cia, ausencia o identidad de vecinos. Estas inte-
racciones incluyen territorialidad, competencia y
cooperación, lo que subraya la sofisticación de su
relación con el entorno (Calvo y Trewavas, 2020).
Las plantas también poseen sorprendentes habi-
lidades comunicativas, entre las que destacan las
realizadas mediante la emisión de compuestos
orgánicos volátiles (COV). Estos compuestos
químicos actúan como señales que las plantas
liberan en respuesta a diversas situaciones, como
el ataque de herbívoros o el estrés ambiental.
Los COV son emitidos a través de todo el cuerpo
de las plantas, incluidas partes como la corteza
de los árboles. Podemos imaginar cada com-
puesto volátil como un elemento básico de su
lenguaje químico: combinaciones específicas de
estos compuestos forman mensajes complejos,
un «vocabulario» que abarca miles de mezclas
diferentes.
Un ejemplo clásico de esta comunicación se
observa en las acacias africanas, que, cuando son
pastadas por herbívoros como las jirafas, liberan
compuestos volátiles al aire. Estas señales quí-
micas alertan a los árboles vecinos, induciendo
la producción de taninos en sus hojas, sustancias
que las hacen menos apetecibles para los herbí-
voros. Al liberar estas señales, una planta puede
alertar a sus vecinas sobre una amenaza, indu-
ciendo defensas anticipadas en ellas. Además, los
COV pueden atraer a los depredadores naturales
de los herbívoros, ayudando a reducir el daño en
la planta emisora.
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