Page 72 - El Capitán Trueno. Tras los pasos del héroe
P. 72

70 JUAN CALATRAVA
nuestro personaje, es decir, el contexto de la Europa de las Cruzadas, poblada de castillos feudales, por un lado, y de arquitecturas islámicas, por otro.
 El Capitán Trueno, 165, «El bólido flamígero», 1959
El espacio del castillo medieval cristiano es ambivalente, en la medida en que con fre- cuencia su mera aparición presagia ya el peligro y es muy a menudo refugio del mal (que se concreta en numerosos espacios opresivos, como celdas o calabozos siniestros de todo tipo, salas de tortura o salones del trono en los que reina el miedo y el despotismo más cruel y arbitrario), pero también puede ser sede de una caballerosa y amigable sociabilidad, hecha de banquetes y camaradería internacional hermanada en el eterno combate por el Bien. El prototipo del «buen castillo» es, por supuesto, el de Sigrid en Thule, espacio en el que se despliega el gobierno benevolente de la reina vikinga sobre sus felices súbditos, refugio al que tarde o temprano se retorna tras largas aventuras que enseguida recomenzarán, pero también lugar de la nostalgia, en el que el torreón desde el que Sigrid otea el horizonte durante las ausencias del Capitán contiene la promesa de la siempre pospuesta pero inevi- table fundación de una familia. Nada hay, por otro lado, en estos supuestos castillos vi-
kingos que los diferencie de sus equivalentes más meri- dionales, hasta el punto de llegar en ocasiones a ser casi estereotipos caricaturescos, como le ocurre al de Ragnar Logbrodt en uno de los pri- meros cuadernos (núm. 59, Rivales por Sigrid).
Pero la imagen predomi- nante es la del castillo peli- groso, habitado por todo tipo de pintorescos tiranos que simbolizan colectivamente las fuerzas del Mal. La ma-
 El Capitán Trueno, 59, «Rivales por Sigrid», 1957 yor parte de sus numerosas




























































































   70   71   72   73   74