Page 100 - El poder del pasado. 150 años de arqueología en España
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los targets y ampliar coherentemente las audiencias, creando museos verdaderamente accesibles —física e intelectualmente— para todos. Para esto las Cartas de Servicios y las distinciones de calidad son herramien- tas y estímulos muy útiles. Y por último, trabajar con la certeza de que los públicos de museos, museos de sitio, yacimientos presentados y parques arqueológicos di- fieren entre sí y no deben ser considerados de forma monolítica (Azuar 2013: 206 ss.).
5) La búsqueda constante de su sostenibilidad económica, que no quiere decir solo rentabilidad eco- nómica porque debe incluirse la rentabilidad social y educativa. Aunque esto último, a su vez, implica la per- secución de equilibrios, siempre difíciles, entre recur- sos económicos, viabilidad de futuro y resultados cul- turales y educativos satisfactorios. El patronazgo de empresas y particulares debe ser considerado también siempre que se mantengan a salvo los valores demo- cráticos y ciudadanos de los museos arqueológicos.
Las cifras de visitantes de museos como el MAN, casi un millón de visitantes en su primer año de reaper- tura, el MARQ de Alicante o el Museo de la Evolución Humana de Burgos indican una buena dirección que habrá que seguir con mucha atención. Como también habrá que tener muy en cuenta las experiencias de grandes museos como el Musée de L'Homme de Paris, recientemente remodelado, el British Museum de Lon- dres, o los más importantes museos de EE.UU.
Las empresas de arqueología
Han pasado a constituir el sector más fuerte, en la me- dida que entre el 80% y el 90% de las intervenciones arqueológicas las hacen ellos, aunque quizás el térmi- no acuñado en el Reino Unido «los arqueólogos invisi- bles» hace justicia a su gran número pero al mismo tiempo a su escasa visibilidad en la arqueología publi- cada. De hecho su pura visibilidad física ha sido revela- da gracias a los recientes e interesantes trabajos de E. Parga Dans (2010, 2012, 2016) que es quien ha conse- guido delimitar sus contornos y diagnosticar sus pro- blemas (Berrocal 2014). Problemas que tras el inicio de la arqueología contractual a finales de los años 1980 han ido siendo crítica, lúcida y continuadamente de- nunciados, con distintos matices pero de forma con- tundente por varios autores (Díaz del Río 2000, Moya Maleno 2010, Morin y Barroso 2014, Rodríguez Temi- ño 2010, Vigil Escalera 2011).
Las denuncias repetidas de los problemas, algu- nas muy valientes y contundentes (Vidal Enci- nas 2005), en todo caso, no han conducido a su desapa- rición. En algunas situaciones, como el empleo de estudiantes en las campañas de excavación se ha llega- do a denunciar su peligro potencial para el reconoci-
miento de un trabajo profesional que tiende a la preca- rización (González Álvarez 2013). En algunos casos el escenario incluso ha evolucionado a peor, aunque cier- tamente en determinados ámbitos la arqueología co- mercial ha resultado innovadora (Castro Martínez et al. 2012), como también lo es en el ámbito del trata- miento informático de datos y la arqueología digital (González Reyero 2015).
La crisis económica de 2008 ha afectado severa- mente al sector (Vaquerizo 2015), la pérdida de cerca del 50% de sus efectivos no parece nada exagerada. Y aunque se quiera ver el lado bueno de que ha obligado a la arqueología española a repensarse (Pain 2012), la rea- lidad es que muchas empresas han cerrado o han tenido que reinventarse con fórmulas diversas que sustituyen a los proyectos de excavación, reducidos al mínimo con el estallido de la burbuja inmobiliaria (Criado Boado et al. 2015). La realidad es que los problemas ya señalados hace tiempo (Díaz del Río 2000) no se han resuelto (Vigil Escalera 2011: 18-19): escasa formación universitaria para el ejercicio profesional en este ámbito, pocos con- troles de calidad por parte de las administraciones, opa- cidad de los informes y memorias generados y ausencia de proyectos marco en los que incluir las numerosas in- tervenciones arqueológicas. El resultado ha sido un «pe- queño mundo en ruinas», en palabras de Vigil Escalera (2011) que parecen muy acertadas.
Siendo de alguna manera el colectivo más «dé- bil» se entiende, al menos en parte, por qué a pesar del buen análisis de Díaz del Río (2000:16) del panora- ma del sector que establecía con agudeza la agenda para su debate en el siglo XXI, ese debate lejos de pro- ducirse ha sido casi desmantelado por la crisis econó- mica iniciada en 2008. Recuperar los términos de ese debate parece una necesidad importante no solo para los arqueólogos de empresa sino para toda la arqueo- logía española, en la medida que los problemas de fondo son problemas de todos los arqueólogos, o des- de luego deberían serlo. Pero son necesarias más re- flexiones surgidas del propio sector empresarial (Be- net y Rigo 2015).
El desarrollo de la teoría arqueológica
La arqueología española consiguió, a pesar del aisla- miento que supuso el primer Franquismo, mantener contacto con las ideas, métodos y objetivos de la arqueo- logía europea a lo largo de las décadas de 1950 y 1960. Los libros reseñados en las revistas españolas y la bibliogra- fía referenciada en libros, artículos y participaciones en congresos de nuestros arqueólogos lo probarían en lí- neas generales. Pero la situación que se abrió en los años 1970 empezó a ser más compleja, especialmente en lo que se refería a la teoría arqueológica. Ya no servía que
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