Page 116 - El poder del pasado. 150 años de arqueología en España
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 FIG. 13
Ejemplo de arqueología pública. Vista del Centro Mercado del Born ( Barcelona ) con los restos de calles y viviendas de la Barcelona asaltada en 1714.
extranjeros. Pero parece que podrían dibujarse tres ca- tegorías, por más que sea una impresión a través de meros indicios: 1) comunidades cerradas, sin equipos de otras regiones, 2) comunidades semi-cerradas, con una minoría más o menos exigua de arqueólogos de otras comunidades y 3) comunidades abiertas, en las que son frecuentes los proyectos y equipos de otras procedencias (Ruiz Zapatero 2016: 58-59).
El Patrimonio arqueológico suena, en ocasiones, a hueco, algo de «cartón-piedra», algo muy genérico con una dimensión muy jurídica y administrativa pero muy poco social (Ruiz Zapatero 2010: 19-21), además de ser un concepto difícil de manejar por su carácter polisé- mico (Quirós 2013: 22). La irrupción del patrimonio ha sido un fenómeno de las últimas décadas, que parece haberse instalado sobre la necesidad de las adminis- traciones autonómicas de gestionar yacimientos, mo- numentos y materiales arqueológicos. En muchos ca- sos ha devenido en « patrimonionitis », una obsesión con lo patrimonial, aunque en realidad se podría ha- blar mejor de «patrimonicidi»o (Molinas 2014) por al- gunos efectos perversos y ha generado un grupo espe- cial de expertos, los «patrimoniólogos» con manuales (Ballart 1997, Ballart y Tresserras 2001, García Cue- tos 2012, Querol y Martínez 1996, Querol 2010, Pé-
rez-Juez Gil 2006), reuniones y congresos específicos (López-Menchero 2014) y la proliferación de cursos y másteres universitarios por casi todas las universida- des españolas [fig. 13].
Esa acepción tradicional de patrimonio arqueoló- gico queda bastante lejos de la gente (Vaquerizo 2017). Pero en realidad el patrimonio debería tratar más so- bre la gente que sobre las piezas y los sitios arqueológi- cos. Se pone mucho énfasis en las bases materiales del patrimonio —sitios, lugares, monumentos y objetos— que son localizados, inventariados, conservados y ges- tionados y con la crisis de 2008 pasan a recibir toda la atención por las posibilidades de generar recursos económicos. Aunque más allá de esta aproximación economicista el sentido real de patrimonio es el acto de transmitir y recibir memorias y conocimiento (Smith 2006). En otras palabras, patrimonio no es tanto una cosa física como un proceso cultural y social, usado como una ayuda para revisitar memorias y asociacio- nes, compartir conocimientos y experiencias, reafir- mar relaciones y comunicación y construir identidades y sentidos de pertenencia. La banalización y mercanti- lización del patrimonio olvida que el sentido real de in- vestigar, conservar y difundir el patrimonio es educar en su valor a la sociedad que lo reconoce como propio (Gutiérrez Lloret 2011: 116).
La sociedad española de principios del siglo XXI va reconociendo mejor el valor de la arqueología y el pa- trimonio (Vaquerizo et al. 2016). En no pocos casos lo ha defendido con más empeño que la propia adminis- tración y que el colectivo profesional. En cualquier caso, la legislación arqueológica y patrimonial se en- frenta a importantes retos relacionados, por un lado, con la más efectiva defensa del patrimonio arqueológi- co en los procesos urbanísticos y contra el expolio y el tráfico de antigüedades y por otro, ante nuevos fenó- menos como la incidencia destructora del cambio cli- mático en determinados yacimientos arqueológicos o las peticiones de devolución a sus países de origen de bienes arqueológicos (García Fernández 2011).
Un ámbito de futuro es, sin duda alguna, el turis- mo cultural arqueológico, que precisa más apoyo ins- titucional y más implicación de la academia. Es sen- cillamente una modalidad en la que se presentan propuestas y productos culturales y turísticos con la arqueología como ingrediente principal (Moreno y Sa- riego 2017). El «arqueoturismo» español está escasa- mente desarrollado si lo comparamos con países de nuestro entorno, aunque con perspectivas muy prome- tedoras si se saben superar algunos problemas como la falta de información a nivel nacional —sobre todo tra- bajo en red—, ausencia de evaluaciones críticas de las experiencias realizadas y una cierta descoordinación en la oferta (Morere y Jiménez 2006, Tresseras 2004). Es un reto desarrollar una tipología turística que ayude
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