Page 73 - El poder del pasado. 150 años de arqueología en España
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Corpus Vasorum Antiquorum, que se encauzó hacia un producto más local, el Corpus Vasorum Hispanorum. En paralelo, se publicó el Corpus Vasorum Antiquorum del Museo de Barcelona (Bosch Gimpera, Serra Ràfols y Colominas, 1957 y 1965), y el posterior de Ullastret e Ibiza, obra de Maluquer y sus colaboradores. Otro caso, reemplazado por una variante menos pretenciosa, fue la Tabula Imperii Romani, proyecto internacional de investigación histórica y cartográfica del mundo roma- no iniciado en 1928, que después de la guerra se recon- virtió en las Cartas Arqueológicas Provinciales, orien- tadas a la elaboración de un índice de yacimientos arqueológicos de la Antigüedad, con resultados más bien escasos. España no se incorpora, al menos de for- ma activa a un proyecto internacional, hasta el Corpus Signorum Imperii Romani, puesto en marcha en 1963 (Rodà, 2001: XI).
La arqueología española en el norte de Marruecos desde 1939 a 1956
Los territorios del Protectorado español en Marruecos presentaron un carácter especial en la España fran- quista por la singularidad política que detentaba el Alto Comisariado y por la existencia de instituciones pro- pias, con un Servicio de Arqueología del Protectorado. De hecho, la CGEA, que tuvo comisarios insulares para Canarias y Baleares, no poseyó competencias en este territorio. En el año 1941 se creó el Patronato de Inves- tigación y Alta Cultura de Marruecos, por orden del Alto Comisario español en el Protectorado. Estas cir- cunstancias explican que en el año 1939 se nombre al referido Pelayo Quintero Atauri, que había desarrolla- do una intensa actividad arqueológica en Cádiz, como responsable de la arqueología del Protectorado, siendo Inspector General de Excavaciones y director del Mu- seo de Tetuán a pesar de su avanzada edad, con más de 70 años y estando ya jubilado de su puesto como di- rector del Museo de Bellas Artes de Cádiz.
Pelayo Quintero desarrollará su actividad arqueo- lógica casi fundamentalmente en Tamuda, entre los años 1940 y 1946, aunque desde el año 1943 su actividad se verá mermada por problemas de salud. El año de su muerte, la campaña de 1946 será realizada por el padre César Morán Bardón, que tenía cierta experiencia en la arqueología marroquí, pero la sustitución de Quintero no recabó en este sacerdote agustino sino en un miem- bro de la nueva arqueología universitaria, Miquel Ta- rradell (1920-1995), que se había formado en la Univer- sidad de Barcelona entre los años 1940 y 1944, colaborando en las excavaciones de Ampurias y en el Museo Arqueológico de Barcelona. Entre 1946 y 1947 Tarradell había dirigido el Servicio de Arqueología Pro- vincial de Granada. A partir de 1948, como nuevo Ins-
pector General de Excavaciones y director del Museo Arqueológico de Tetuán, realizó una importante activi- dad arqueológica, que no solo supuso la continuación de la excavación del yacimiento, sino también en los de Lixus y El Benian, además de otros estudios del territo- rio y de sitios prehistóricos, que culminaron en 1953 con la organización en Tetuán del I Congreso Arqueo- lógico de Marruecos Español. Tras el desmantelamien- to del Protectorado y la entrega de estos territorios a Marruecos en 1956, Tarradell volvió a España y ganó una cátedra de Arqueología, Epigrafía y Numismática en la Universidad de Valencia en ese mismo año.
El aperturismo en la arqueología española durante la década de 1950
La ley de 29 de julio de 1943 sobre ordenación de la Uni- versidad española fue un revulsivo para los estudios y la organización de la arqueología. No solo organizaba la estructura universitaria en facultades y cátedras (con profesores adjuntos y ayudantes) sino que proponía una vinculación más efectiva con los institutos del CSIC, en el marco de doce distritos universitarios, con otras tantas universidades ( Barcelona, Granada, La Laguna, Madrid, Murcia, Oviedo, Salamanca, Santiago, Sevilla, Valencia, Valladolid y Zaragoza).
La situación de la arqueología española cambió de forma inexorable durante la década de 1950 por diver- sos factores, entre los que sobresalen el aperturismo del régimen franquista, la desaparición de la CGEA y el desarrollo de las cátedras universitarias de Prehistoria y de Arqueología, Epigrafía y Numismática, así como la creación de los Institutos de Arqueología y Prehistoria Rodrigo Caro (1951) y Español de Prehistoria (1958) del CSIC, como hemos tenido ocasión de mencionar.
En el marco de la preparación del IV Congreso de la Unión Internacional de Ciencias Prehistóricas y Protohistóricas que iba a celebrarse en Madrid en 1954, bajo la presidencia científica de Lluis Pericot y la secre- taría de Antonio Beltrán, cuenta este en su autobiogra- fía (Beltrán, 1988: 105) que Franco, al que presentaban el proyecto, hizo patente sus reticencias de las aptitu- des y capacidades de Martínez Santa-Olalla para dirigir la arqueología española. Aunque Martínez Santa-Ola- lla fue uno de los ponentes del Congreso (Neolítico y Edad del Bronce), junto a Pericot (Paleolítico) y Alma- gro (Edad del Hierro), su suerte estaba echada.
El primer episodio lo marcó el hecho de que, con- vocada por fin en el mismo año de 1954 la cátedra de Prehistoria de la Universidad de Madrid que ocupaba interinamente Martínez Santa- Olalla, el vencedor de la oposición fuese Martín Almagro. El segundo episo- dio se llevó a cabo con la entrega en 1955 al ministro de Educación, Joaquín Ruiz Jiménez, de una carta en con-
La consolidación de la arqueología moderna ( 1912-1960 )
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