Page 78 - El poder del pasado. 150 años de arqueología en España
P. 78
tico superior al Mesolítico, aunque nunca rompió total- mente con los viejos moldes creados por la se ha dado en llamar «prehistoria de los Abates» (Obermaier y Breuil) (Fernández Martínez 2001).
Neolítico y Edad del Bronce
Para Bosch Gimpera, la cultura más importante deri- vada del capsiense desde el eneolítico fue la «cultura de las cuevas». El término lo acuñó en su primera obra de síntesis (Prehistòria catalana, 1919) para referirse a la primera cultura neolítica de Cataluña. Con tal nombre quería indicar que no hubo una rotura absoluta con el poblamiento del Paleolítico Superior, también en cue- vas. En cierta medida, el término respondía a la reali- dad de la investigación del momento ya que las cuevas eran fáciles de localizar y los materiales arqueológicos podían ser recuperados sin grandes dificultades. En el esquema de Bosch, los grupos más importantes, evolu- cionados a partir de la «cultura de las cuevas», fueron la «cultura del vaso campaniforme» (formada por agri- cultores del valle del Guadalquivir) y la «cultura portu- guesa», creadora del megalitismo.
La «cultura de las cuevas» de Bosch, o «hispa- no-mauritana» según Santa-Olalla, fue perdiendo su filiación africana, fue llamada posteriormente «Neolí- tico I» y «Neolítico Antiguo», aunque otros investigado- res prefirieron el término «cultura cardial». Conforme se conocía mejor esta cultura en todo el arco del Medite- rráneo occidental, desaparecía la hipótesis africana en beneficio de una cultura neolítica occidental mediterrá- nea anterior al vaso campaniforme. Sobre este último, la famosa «teoría del reflujo», planteada por Edward Sang- meister en 1963, ponía en duda el esquema defendido por Bosch y Alberto del Castillo. Para Sangmeister hubo un primer movimiento difusor, desde la desembocadura del Tajo hacia Europa («flujo»), que provocó la aparición de dos nuevos tipos campaniformes en los Paises Bajos y Bohemia-Hungría, y que a su vez se expandieron hacia el Sur («reflujo») (Hernando 2001).
En cuanto a Los Millares, para los hermanos Siret había sido el resultado de la llegada de pueblo forastero de origen oriental, y la cultura de El Argar consecuen- cia de una invasión de celtas centroeuropeos durante la Edad del Bronce. En cambio, para Bosch, los Millares representaban una invasión de la «cultura megalítica portuguesa» y El Argar era el momento culminante de una evolución o resurgimiento indígena (la llamada «cultura de Almería», de origen africano), como soste- nía su maestro Hubert Schmidt.
Las fechas del Carbono 14 y el mejor conocimiento de la arqueología norteafricana han modificado comple- tamente estos planteamientos. Se ha demostrado que la «cultura de Almería» no era un bloque homogéneo y no es fácil encontrar esa unidad planteada por Bosch. Res- pecto a El Argar, se trataría más bien de un fenómeno
más local, lejos de la supuesta gran expansión peninsular imaginada en la Edad del Bronce (Lull et al. 2015).
Las colonizaciones
En cuanto a fenicios y griegos, en aquellos años se com- partía la idea de que la batalla de Alalia (535 a.C.) fue un punto de inflexión histórico que cortó los contactos de los griegos con el sur peninsular. Simplificando el es- quema interpretativo, después de Alalia fenicios y car- tagineses se quedarían con el control del sudeste e Ibi- za, mientras que los griegos controlarían la costa del Noreste y en particular Cataluña.
La cultura ibérica
Hasta finales del siglo XIX los estudios sobre los íberos se basaban casi exclusivamente en las fuentes literarias clásicas. La situación empezó a cambiar cuando se atri- buyeron restos materiales a este pueblo. En este aspecto fue importante el descubrimiento de la Dama de Elche (1897) y la obra de Pierre Paris, (Essai sur l’art et l’indus- trie de l’Espagne primitive 1903-1904) al permitir abor- dar nuevos problemas como las áreas de ocupación, la etnia e influencias, pero quedaba pendiente el tema cro- nológico. Fue aquí donde la tesis doctoral de Bosch Gim- pera sobre la cerámica ibérica (1915) consiguió datar esta cerámica tomando como «fósil director» la cerámica griega a ella asociada. De 1916 a 1939, se realizaron exca- vaciones sistemáticas de los yacimientos conocidos bus- cando solucionar problemas culturales e históricos, pero a partir de 1940 y hasta 1952 la situación cambió drásticamente. Durante el primer decenio posterior a la Guerra Civil se asistió a una exaltación de lo céltico como base de los antecedentes étnicos y culturales de los españoles. Martínez Santa-Olalla negó la existencia misma de la cultura ibérica y propuso en su lugar la idea de un territorio celta mediterraneizado por las influen- cias griegas, púnicas y romanas. En el mismo marco de referencia puede situarse el debate sobre la cronología del mundo ibérico. García y Bellido, a partir de 1941, avanzó el desarrollo del arte ibérico hasta los siglos III y I a.C. Para él, solo la penetración romana hizo posible el nacimiento y el desarrollo de una estatuaria, cerámica y arquitectura propiamente ibéricas, ya que la escultura y la orfebrería consideradas como ibéricas eran en reali- dad —según afirmaba— un arte griego provincial, hecho por griegos y para griegos. Hemos de esperar a los años cincuenta para que algunas voces se alzaran contra esta cronología alta de la cultura ibérica. Pericot y Fletcher defendieron la existencia de una auténtica identidad ibérica con influencias hallstáticas y romanas, pero la aportación más importante vino de la mano de Nino Lamboglia y su tipología de la cerámica campaniense (1952), fósil director para los yacimientos ibéricos a par- tir de la conquista romana. El mejor conocimiento de los datos arqueológicos ayudó a que Maluquer destacara la
78
El poder del pasado: 150 años de arqueología en España