Page 79 - El poder del pasado. 150 años de arqueología en España
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base uniforme del substrato hallstático del NE peninsu- lar que, a partir del siglo V y IV, se habría iberizado pro- gresivamente en su cultura material. Para Maluquer, los romanos, a su llegada al NE, encontraron a los invasores hallstáticos de los campos de urnas fundidos con la masa de población preexistente y en posesión de una cultura ibérica. En los años sesenta y setenta, fruto de los nuevos descubrimientos, se insistió más en las influen- cias fenicias y del Mediterráneo oriental sobre la cultura ibérica (Ruiz 1993; Olmos 1994a).
Los celtas peninsulares
Después de la Guerra Civil, como ya hemos dicho, Mar- tínez Santa-Olalla hizo desaparecer a los íberos para convertir a los celtas en el elemento europeo en el mar- co cultural y racial. Lo ibérico, para él, no existió. En su lugar hubo una tendencia iberizante debida a las in- fluencias mediterráneas empezando por los fenicios y terminando con los romanos. En la misma línea, Al- magro Basch presentaba una total celtización de la pe- nínsula, en la que la cerámica y las armas ibéricas te- nían precedentes centroeuropeos y lo ibérico quedaba reducido a un fenómeno cultural fruto de influencias mediterráneas tardías paralelas a la romanización (Ruiz Zapatero 1993).
Arqueología clásica
La renovación de la arqueología clásica en España está ligada directamente con la figura Antonio García y Be- llido. Había conseguido la cátedra de Arqueología clá- sica en 1931 con solo 28 años, merced al apoyo de sus maestros Mélida y Obermaier, tras una intensa forma- ción en el extranjero, especialmente en Alemania, me- diante el disfrute de diversas becas. Aunque en sus pri- meros años ocupó de la arqueología protohistórica peninsular hispana, en concreto del mundo ibérico y del de las colonizaciones griega y fenicia, su investiga- ción se centró posteriormente en el campo de la ar- queología e Historia Antigua de Hispania, campo en el que alcanzó sus principales logros científicos (Ol- mos 1994b; Blázquez y Pérez 2004; Bendala et al. 2005).
La postura de García y Bellido fue la de desarrollar una disciplina alejada de la ideología imperante, dentro de las posibilidades y las limitaciones siempre presen- tes. Por un lado, el estudio de la antigüedad hispanorro- mana no ofrecía tantas dificultades ideológicas como otros períodos de la Protohistoria peninsular para elu- dir el debate ideológico-político de fondo, que sí se per- cibe con claridad en el caso del binomio íbero-celta. Por otro lado, la dictadura franquista, ya consolidada a la par que cambiaba el panorama político mundial en- frentado en dos bloques, no echaba en falta una ideolo- gía fascista que afectara a los estudios históricos o ar- queológicos como había sucedido en Italia y que alejaba al régimen de los posibles aliados del bloque occidental.
Dentro del historicismo cultural propio de la ar- queología europea, García y Bellido pretendía que la disciplina arqueológica fuese de rigor y altura científi- cos, y que llegara a estar a la par de las del resto de paí- ses del entorno cultural, en especial de la escuela ale- mana. Hasta aquel momento, las grandes figuras de la arqueología clásica clásica española de principios de siglo, como Ramón Mélida o Gómez-Moreno, no eran historiadores al uso, sino que combinaban en sus tra- bajos diversas disciplinas (la arqueología, la numismá- tica, la epigrafía o la historia del arte). El avance de la centuria hizo que los límites entre estas especialidades se dibujasen con mayor nitidez y obligó a un mayor ri- gor de método, basado en la elaboración de amplios catálogos de materiales que debían constituir un punto de referencia y base para cualquier estudio posterior. Con este propósito nacieron su Hispania Graeca (1948), sus Esculturas romanas de España y Portugal (1949) y otros corpora de Mosaicos y retratos romanos. Es a través de estas catalogaciones (tanto arqueológi- cas como textuales, epigráficas o numismáticas) que se esperaba llegar a conclusiones históricas.
Sobre estas conclusiones históricas, debemos se- ñalar que para García y Bellido «lo español» se remon- taba a la Hispania antigua. Bellido, al igual que Améri- co Castro y Sánchez Albornoz, tuvo siempre como supuesto básico la existencia de un ser colectivo de los españoles. Las discrepancias estaban en el origen de la condición de español. Castro negaba que hubiera exis- tido «el hombre español» antes de la invasión musul- mana. Bellido en cambio, como Albornoz y Menéndez Pidal, creía que no hubo solución de continuidad entre antes y después del 711 y, por tanto, en la realidad de un homo hispanicus que había pervivido durante siglos, a pesar de las invasiones e influencias exteriores.
Si bien esta idea debió acompañarle toda su vida, es a partir de 1945, con su discurso de ingreso a la Acade- mia de la Historia (Bandas y guerrillas en las luchas con Roma) cuando sus trabajos se decantaron más hacia te- mas directamente históricos como la revuelta social e insatisfacción de los provinciales por la política de so- metimiento y brutalidad de Roma en sus provincias conquistadas, el ejército romano y su papel en el desa- rrollo de la conquista, y el estatuto y significado de las colonias romanas (Arce 2015). En este sentido, la obra de Bellido fue completamente renovadora de la tradi- ción arqueológica española, puesto que ya no se trataba de la arqueología clásicacomo historia del arte, que era lo que se había cultivado hasta entonces, sino de un acercamiento riguroso a problemáticas históricas.
La consolidación de la arqueología moderna ( 1912-1960 )
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