Page 146 - Glosario imposible
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LaFundició
Con estos mimbres intentamos construir formas de relación y procesos de creación colectiva que cobren sentido para aquellas personas con las que habitamos el territorio. Los modos de hacer que sostenemos pretenden desbordar la lógica violenta del lenguaje experto y burocrático: proyecto, metodología, evaluación, resultado..., términos que demandan objetivos acotados, calendarizados, estrategias para arrimar el ascua a la sardina
de cada cual. No es sencillo deshacerse de ese lastre, a pesar de haber intentado desedimentar todo ese poso lingüístico-político; debemos enfrentarnos recurrentemente a él. Así pues, al solicitar una ayuda, el uso de un equipamiento, la ocupación del espacio público..., nos vemos obligadas a descoyuntar y mutilar nuestro relato para encajarlo en los apartados y casillas de formularios que no contemplan un hacer disuelto en el devenir continuo de la cotidianidad. Los formularios nos ayudan, eso sí, a entender por dónde se mueve el discurso hegemónico: hoy hablan de nuevos públicos o del acceso
de colectivos vulnerables a la cultura; los formularios no contemplan la posibilidad de que los vulnerables2 no quieran acceder a las prácticas estéticas y de pensamiento que configuran la cultura (dominante); que quieran ordenar lo sensible de maneras que pongan en jaque el sistema y las estructuras establecidas mediante procesos que rechacen la autoría, que construyan comunidades de sentido y economías que no puedan ser capturadas y que tracen líneas de fuga, espacios de posibilidad, territorios heterogéneos.
Cuando fundamos la cooperativa en 2006 tuvimos la necesidad de explorar
la relación entre las formas de entender el trabajo que aprendimos en nuestros barrios y las del campo profesional del arte al que se vinculaba nuestra formación académica. En el campo del arte se comenzaba a hablar
de precariedad, pero, más allá de un tímido lamento, frecuentemente no se socializaban las condiciones materiales de existencia de las personas que trabajan en él, ni las condiciones y marcos laborales con los que juegan las instituciones artísticas. Crear una estructura horizontal cooperativa con el fin de cotizar en Régimen General a la Seguridad Social y redistribuir en forma
de salarios las rentas producidas, intentando escapar al mismo tiempo de la mercantilización de la cultura —rehusando las lógicas de prestación de servicios o la venta de “productos” en forma de proyectos—, era algo parecido a armar un monstruo, un cuerpo frágil y deforme hecho de pedazos ensamblados con
2. Reconocemos la vulnerabilidad intrínseca de todos los cuerpos y la fragilidad de la vida que, para ser sostenida,
requiere de cuidados; sin embargo, la jerga asistencialista, en un uso diferente del término, distingue unos cuerpos
vulnerables de otros que no lo serían. Podríamos decir que el propio asistencialismo produce cuerpos vulnerables,
individuos que renuncian a su potencia y desisten de reconocerse a sí mismos como sujetos, empujados también
por la precariedad material de sus vidas. De este modo, retorciendo la lógica de estos usos del lenguaje, en lugar 146 de hablar de colectivos vulnerables, deberíamos hablar de colectivos vulnerabilizados.






















































































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