Page 15 - Glosario imposible
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Colaboración
autoridad y convertirse en autoritario y de no utilizar el proceso para sus fines propios. A través de una medición constante de su propia posición dentro del grupo, el artista puede evitar estos posibles conflictos, pero asume así el rol de un mediador o educador.
Ahora bien, desde la ambigüedad en la que se encuentra un artista en semejante posición, es inevitable hacerse dos preguntas. Una en la que se analiza la función y también la capacidad de un artista en su relación con lo social, y otra donde se cuestiona la idea de lo colaborativo como herramienta artística. Haciendo referencia a la primera pregunta, muchos autores insisten en la existencia de un potencial ontológico que el artista posee
y que le transfiere cierta capacidad de resignificar nuestros modos de ver y hacer. Aunque de forma generalizada se rechace la “rancia idea romántica” del artista como genio, ni se apoye emplear lo artístico como sinónimo de
lo creativo, muchos de los autores insisten también en que el arte es algo que va más allá de una simple funcionalidad social. El interés de incidir en el contexto, como comenta Jordi Claramonte en una crítica al colectivo Assemble, ganador del premio Turner en 2016, no tiene por qué provocar que el artista se olvide de su potencial estético. Una buena práctica artística, procura dar con una composición que satisface todo, “entre lo formalmente elaborado, lo políticamente eficaz y lo jodidamente divertido”.
Desde el punto de vista metodológico en cuanto al uso de lo colaborativo como herramienta artística, se cuestiona principalmente la conversión
del artista en mediador. Esta transformación, como comenta Javier Montero en su texto Puntos de fuga, le puede restar potencial crítico y transgresor a la figura del artista, siendo esto especialmente conflictivo
en procesos en los que se ha propuesto una colaboración desde un ámbito institucional o empresarial. Diego del Pozo acuña en este contexto el término “neogenialidad”, que adopta la función del artista en su vertiente menos radical, “estetizando sus aspectos más subversivos a veces y otras desplazándoles simplemente”. En su texto Constelaciones, glosarios y funciones, el equipo de educación de Es Baluard, comparte esta crítica en términos generales. Sin embargo, defiende el interés del museo en trabajar sobre todo con artistas entendidos no como “creadores excepcionales”, sino como “colaboradores partícipes”, de los que el museo puede esperar que “contribuyan desde su proceso creativo a la experiencia pedagógica común”.
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