Page 40 - Glosario imposible
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Francisca Blanco Olmedo
una espacialidad disidente, a la que, de alguna manera, se incorpora la práctica artística.
La década de 1990 viene marcada por la eclosión de los nuevos movimientos sociales, así como el resurgimiento de las organizaciones locales de
base, amenazadas y debilitadas durante el franquismo, y todavía muy fragmentadas durante los años 80. Renacen así los movimientos ciudadanos, especialmente el movimiento vecinal, que tendrá una enorme importancia
al desplegar una serie de experiencias cívicas, a menudo marginadas de los relatos oficiales11. Asimismo, un nuevo despliegue de las okupaciones y los centros sociales autogestionados coincide con un crecimiento cuantitativo de las asociaciones y organizaciones no lucrativas, así como de los espacios artísticos y culturales independientes, que progresivamente incorporan un enfoque más colectivo y social del arte, desarrollando una importante labor de manera más o menos independiente de las administraciones12.
En este caldo de cultivo, en el que urge la revisión de los discursos dominantes de las instituciones, y en el que modos muy diversos de resistencia y de creación de condiciones de posibilidad —del “hacer sin esperar”— están en plena efervescencia, surge un rico panorama de iniciativas artísticas que buscan una mayor conexión con el contexto. Paloma Blanco ha descrito cómo en esta década un gran número de prácticas colaborativas van a “articular nuevos modos de intervención en el ámbito
de lo público con diferentes niveles de efectividad y trascendencia”13. De este modo, las prácticas artísticas encuentran una vía de desarrollo de
un enorme potencial crítico, lo que va a significar la identificación del contexto a través de los movimientos e iniciativas sociales y su articulación en ellos, es decir, formando parte de su maquinaria de reivindicación y protesta, así como de sus procesos constituyentes. Por un lado, asumen estrategias propias de estos movimientos para articular sus prácticas de manera efectiva, mientras que, por otro, afectan a estos movimientos a
11. Ver Vicente Pérez Quintana y Pablo Sánchez León (eds.), Memoria ciudadana y movimiento vecinal.
Madrid 1968-2008, Catarata, Madrid, 2009.
12. Un ejemplo interesante es el de Espacio Tangente (Burgos) que, desde 2002, organiza el Foro arte y territorio,
un espacio discursivo atravesado por cuestiones como el territorio en la creación de identidades o la intervención
artística y política en el entorno urbano, con ámbitos de trabajo que abordan, por ejemplo, cuestiones como la
participación de los ciudadanos en acciones artísticas en el espacio público. Ver <www.espaciotangente.net>.
13. Paloma Blanco, “Prácticas colaborativas en la España de los noventa”, en Desacuerdos 2. Sobre arte, políticas y
esfera pública en el Estado español, Arteleku-Diputación Foral de Gipuzkoa, Museu d’Art y UNIA arteypensamiento, 40 2005, p. 192.



















































































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