Page 28 - El retrato español en el Museo del Prado
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de la Independencia. Únicamente Goya so- brevive al general marasmo, pero su pintura ya no es solamente española, sino universal. Sus soberbios retratos, de los que el Prado posee un repertorio inigualable (véase, por ejemplo, fig. 7 y cat. 8), contribuyen a diver- sificar su influjo, incluso fuera de España. Así merced a sus pinturas, dibujos y grabados, su proyección alcanza más allá de la iniciación del siglo xx y sirve de base a muchas de las conclusiones estéticas contemporáneas, pre- figurando bastantes de sus avances.
Fuera de la capital del reino, en lo que concierne a la vida de las otras escuelas, la valenciana prosigue determinada por los principios artísticos del xvii hasta bien en- trado el xviii; la sevillana continúa la estética de Murillo, pero la llegada de la corte a la capital de la Giralda (1729) modifica tales re- miniscencias, que a pesar de todo se manten- drán, e incluso mucho después de su partida (1733); y la catalana produce una interesante figura, la de Antonio Viladomat (1678-1755), quien trabaja aislado en su ambiente. En la segunda mitad del xviii, a pesar de la escasez de figuras de importancia en las provincias y la absorción por parte de Madrid de las más destacadas, hay que señalar la creación de reales academias de bellas artes o el remoza- miento de las escuelas oficiales preexistentes en varias ciudades, siguiendo el modelo de la de San Fernando madrileña, punto de parti- da de todas ellas para la enseñanza y transfor- mación del ambiente artístico en cada región.
El Prado posee una excelente represen- tación de la pintura dieciochesca española, en gran medida también procedente de las Colecciones Reales, como es el caso de los
retratos regios o las obras de quienes traba- jaron para la corte. En los últimos años se ha procurado rellenar lagunas en la medida de lo posible, con relativo éxito, merced a acertadas compras y, cuando menos, el pa- norama que el Museo ofrece en materia del retrato de estas décadas es el más completo que pueda verse en museo alguno.
Por todo lo que antecede, entrando ya en la caracterización del retrato como género en la España del xviii, cabe afirmar que fue multiforme, variado y sugestivo, aun cuan- do en numerosos casos el concepto de efigie oficial triunfase ampliamente, no en vano es una centuria de interesantes retratos de cor- te que reflejan a los miembros de la familia real y a las gentes de su entorno, así como a quienes pertenecían a los círculos sobre los que unos y otras ejercían su influencia. Tales fórmulas de índole cortesana dieron lugar a una resplandeciente sucesión de imágenes dotadas tanto de una gran dignidad como, en ocasiones, de un irremediable envaramiento, que a veces resulta traicionado por expresio- nes de relativo encanto y vivacidad que, sin perder un ápice de su distanciamiento, cuan- do menos aparentan ser más humanas y ac- cesibles (véase, por ejemplo, fig. 6). De todos modos, y al compás de los avances artísticos atrás indicados y el progresivo alejamiento de los modelos tradicionales del Siglo de Oro para ser sustituidos por los de fórmulas más internacionales, el tratamiento de rasgos y actitudes fue ganando en flexibilidad y gra- cia, hasta ponerse plenamente al paso de lo que se hacía más allá de los Pirineos.
Tales aspectos se aprecian en pintores de diferentes momentos, adscripción, origen o
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