Page 31 - El retrato español en el Museo del Prado
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Antonio Maria Esquivel (1806-1857), evolu- cionando a realismos de primera hora, como muchos más autores coetáneos. No obstante, el retratista más cotizado del mundo oficial y de la alta sociedad de entonces fue Federico de Madrazo y Kuntz (1815-1894); su hijo, Raimundo de Madrazo y Garreta (1841-1920), marcó elegantemente la transición al siglo xx, con una formación más internacional; tam- bién el contraste entre personalidad propia y distintiva frente a la idea de grupo se expresa de modo muy peculiar entre los retratos de jefes o altos representantes del mundo militar y político, considerando tanto a los perdedo- res como a los triunfadores cuando la motiva- ción de la obra lo requería, según es frecuente constatar en el repertorio pictórico del perio- do romántico, que en España se extiende a lo largo de más décadas que en otros lugares.
La variedad de los retratos, de sus dimen- siones y de sus soportes condicionó el desa- rrollo del género, puesto que tales propues- tas se encontraban en relación directa con su empleo, difusión e incluso efecto, en suma, con su carácter utilitario al servicio de cau- sas determinadas: envío a cortes extranjeras con objeto de proyectos matrimoniales, re- misión a centros oficiales para dar a conocer a soberanos o a príncipes, regalos a deudos y seguidores, emplazamiento en espacios pú- blicos o privados, en cajas o joyas, en calidad de presentes, etcétera. En consecuencia, el tamaño podía ir desde la espectacular efigie militar apoteósica de tipo ecuestre hasta la de cuerpo entero, al aire libre la primera o en un interior la segunda; de medio cuerpo, de busto o de cabeza; y por último, en forma reducida o en miniatura para objetos, bro-
ches, prendedores o pulseras. Así, se elabo- raron soberbias y preciadas creaciones refle- jando a monarcas (véase, por ejemplo, fig. 9), príncipes, dignatarios –eclesiásticos, milita- res o civiles–, aristócratas, burgueses, acadé- micos, literatos, actores, músicos y todo tipo de representantes de la sociedad de España, como ocurría en el xvii, influyendo los de esta última etapa sobre los de las primeras déca- das de la centuria siguiente.
Es necesario recordar que las inquietudes personales y los diferentes móviles de cierta poderosa clientela también impusieron sus criterios a los artistas. Así, en los reinados de Fernando VII, de su hija Isabel II (1833-68), las etapas turbulentas de la Revolución de 1868, la fase fugaz de Amadeo I (1871-73), de la casa de Saboya, y los diez meses de la breve Primera República, con cuatro presi- dentes (1873-74), la Restauración de Alfonso XII (1875-85) y la Regencia de la reina viuda del anterior soberano, María Cristina de Habsburgo-Lorena (1885-1902), en nombre de su hijo, Alfonso XIII (1886-1931), al lado de la corriente oficial, determinados represen- tantes de la pequeña nobleza, la naciente burguesía y los medios intelectuales o apa- rentemente los de la misma adscripción que estos últimos, abiertos a las modas foráneas –conocidas mediante viajes al extranjero, correspondencia con colegas, estudio de gra- bados o análisis de pinturas llegadas de otros países–, dieron lugar a concepciones distin- tas. De ahí que las obras de un mismo autor parezcan muy dispares entre sí dependiendo del asunto escogido, del comitente, del des- tino último de la creación y del momento concreto de su vida en el que las lleva a cabo.
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